DESPUÉS DE LA MEDIA RUEDA

Bitácora nostálgica, de un cubano que vive hace más de dos décadas en Suecia

Un gallo para San Isidro. Parte III, final.

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mapa san isidro

Plano del Barrio de San Isidro. Habana Vieja. Cuba

¿Te conté que ayer vi a José Claro, el mulato que ayudaba en la casa de Alberto Yarini? Pa’ mí que ya le falta un tornillo. Dice que quién lo jodió todo fue Charles Magoon, el interventor americano. El gringo quiso tranquilizar a los criollos metiendo a las putas colegialas, las independientes y las callejeras en una «zona de tolerancia» en San Isidro. Pa’ nosotros los cubanos la culpa la tienen siempre los de afuera o los gobernantes. Somos todos santos o mártires.

¡Cuidado con la oreja, coño! ¡Estos barberos baratos!

Anoche… volví a soñar con Alberto. Llevaba el cabello engominado, la raya del pantalón perfecta. La cadena de plata de su reloj Nautilus destellaba sobre el chaleco. Caminábamos juntos calle Paula abajo, llegando casi a la Iglesia de la Merced. Íbamos a ver el mar, ese mar que quería volver a cruzar, pa’ alejarse de esta mierda. Oí los tiros. Lo mataron delante de mí, otra vez. Vi la sangre empapando su camisa, opacando el brillo de su cadena. Yo le disparé al cabrón de Letot.

¿Tú sabías que todos los días el Amigo me recogía en la fonda El Cuba? A mí, a Pepito Basterrechea, el muerto de hambre que lo cuidó cuando se cayó de un balcón por andar en malos pasos, al que le cubría las espaldas, al hombre que lo acompañaba a lugares donde solo no hubiera podido poner el pie. Yo no iba tras él, andaba siempre a su lado, me sentaba a su mesa en cualquier lugar. Hasta en la casa de sus padres.

¡No me rebajes tanto el pelo, coño, que voy a parecer un preso común!

Después de la muerte de el Amigo me llevaron a juicio. «Inocente», dijo el juez. Alberto escribió una confesión antes de morir. Los que le dispararon tambien salieron libres. Fue un arreglo de los Conservadores. Al regreso del entierro de Letot, que no se llamaba Letot, sino Hansen. Cayó un apache en la balacera, otros dos fueron heridos. Tres estiraron la pata en la oscuridad de los callejones, uno con la panza atravesada por un palo de escoba afilado. La policía nunca supo quién terminó con sus jodidas vidas. Yo sí sé. Los demás huyeron, como Elena Morales, la puta de mierda que vendió al gran Yarini. Los tiroteos y las puñaladas traperas convirtieron San Isidro en un matadero. Venganza y más venganza.

Resultó que la petit Berthe y su hermana Jean, tampoco se apellidaban Fontaine sino Santerre, montaron en un vapor y terminaron en Nueva Orleans. Viejas, pobres y feas, con las caras pintarrajeadas como todas las añejas desesperadas de su giro.

¡No me pongas tanta brillantina!, que se me notan más las canas…

Con Alberto se acabaron los Yarini. Ni él ni su hermano José Anastasio tuvieron hijos, pa’ dolor de don Cirilo. Fui a verlo, ya retirado y viudo. Como muchas otras noches, yo había soñado con el Amigo: «Pregúntale a mi viejo qué le confesé una Nochebuena mientras escuchábamos a mamá tocar el piano», me pidió en el sueño. Don Cirilo me miró sorprendido: «¿Y quién te dijo eso?» Sacó de un cajón un fajo de billetes y lo puso sobre el buró de caoba. «Ese secreto me lo llevo a la tumba. Por haber vengado a Alberto, recibirás una mensualidad de por vida.»

Cirilo cumplió su promesa. Aún después de enterrado la mantiene. Gracias a eso puedo vivir del cuento en cualquier lado. Lejos de San Isidro.

En 1913, los mismos policías que se dejaban sobornar antes, desalojaron las putas y metieron presos a los chulos. Cerraron los cines con tufo a esperma seca y sudor de calentura, donde ponían peliculitas de relajo. Los invertidos que hacían gozar a los más depravados en algunos bayuses cogieron camino. Se acabó la «zona de tolerancia». Madre me pidió que nos fuéramos y la obedecí. Hace años murió. Ahora estoy solo. Nadie plancha mis camisas ni me hace el desayuno. Veo a mi hermana de vez en cuando y le cuento cosas, como a tí.

¿Me puedes cortar los pelos de las cejas? ¡Corta, corta!

Eso es. Hombre al fin, entiendes lo que te pido… Las mujeres siempre terminan haciendo lo que les da la gana y convirtiéndolo a uno en su monigote. A no ser que seas como Alberto. ¡Las cosas que le vi hacer a sus putas! Yo no puedo ser así. Tampoco soy un borracho. Los vecinos hablan mucha catibía. Ninguno se acerca a decírmelo. ¡Y los periodistas que vienen a averiguar y rellenan con mentiras! No sé de dónde sacaron que Alberto y yo éramos ñáñigos. Yarini desembolsó una buena cantidad de plata pa’l entierro de Aniceto Lambarri, un abakuá importante. Ganamos su respeto o lo compró él.

¿Alcanzará con lo que te pagué pa’ recortarme el bigote y teñírmelo? No quiero parecer un carcamal parejero pero es que yo siempre fui bonitillo. Es una lástima. Ya nadie lo nota. Ya nadie nota nada. Nada de nada. Termina rápido. Tengo que comprar algo en la bodega de la esquina. No es lo que tú crees. Es que… el aguardiente ayuda a olvidar. Tantas cosas que olvidar. Tanta sangre en la camisa blanca de Alberto Yarini… el hombre más macho que pisó L’abana.

 

Autor: ernán dezá

Me las doy de aprendiz de curioso con ambición de croniquista. Ya voy viviendo mi sexta década, parte en Cuba, parte en Suecia. Tengo algunas cosas que contar y otras que mejor no cuento.

13 pensamientos en “Un gallo para San Isidro. Parte III, final.

  1. Ha sido un buen parto sin dudas. Este personaje siempre ha cautivado de una forma y otra. Gracias por revelar lo que casi nadie sabe. Tienes unas fuentes y memorias envidiables… hasta la próxima aventura un abrazote… ah y nada más decir lo de las temperaturas primaverales nos ha caído un frente que está chiflando el mono jeje

  2. Oye, por fin terminaste con Yarini!!! Y lo hiciste…el 28 de Enero, dia en que nació Martí (ponle música), ja, ja, ja.

  3. Gracias, Magelita. Desde muy niño lo que más me gustaba era estar sentado entre viejos, oyéndoles historias. No encontré manera de confirmarlas hasta que hace años descubrí a Guillermo Cabrera Infante. En «La Habana para un infante difunto» y en «Vidas para leerlas», reaparecieron muchos de los chismes que escuché. Me sorprendió su veracidad.
    Laito León y otros me hablaron de Pepito Basterrechea y yo lo creí cuento. Ahora Dulcila Cañizares, después de casi treinta años de investigación publicó «San Isidro 1910: Alberto Yarini y su época.» Y coincide con lo oído en mi niñez, con datos acuciosos y respaldados. Aprovecho para dar fé de la bibliografía.
    Armé el rompecabezas, traté de meterme adentro de los personajes y salió esto. Buen tema para una novela: Yarini visto por Basterrechea.
    Aquí no ha dejado de hacer frío, pero estamos acostumbrados. Un buen plato de acelgas con garbanzos es el remedio, hoy encontré en una tienda cercana las semillas de lino…
    Un quiero y muchas gracias otra vez.

  4. En eso mismo pensé, le estaba explicando a Denis Gómez dónde estaba San Isidro y me aclaró muy serio que la casita de Martí estaba en Leonor Pérez. Yo no recordaba que le habían cambiado el nombre a la calle de Paula.
    Me cayeron en la memoria los muchos 28 de enero que fui a ponerle flores al busto y los paseos por el Malecón con la escuela después. Preciosos recuerdos, amigo del alma. Y, feliz 161 cumpleaños del Apóstol.

  5. Después de leerte, en donde esté, Yarini se ha tocado con dos dedos el ala de su sombrero. Por cierto ese peluquero merecía propina, pero entre propina o aguardiente, la decisión estaba tomada de antemano… El domingo pasado me acordé de ti mientras bailaba al son de Acerina, hasta que la lumbalgia me recordó la triste realidad. Abrazos y antinflamatorios.

  6. Gracias fiel Ángel:
    Ahora estuve releyéndolo y noté la cantidad de cubanismos y alusiones a nuestra historia que dejé caer en dos cuartillas, sin piedad para el lector.
    Poder desnudar a Yarini sin ahondar en su contexto social y político es «misión imposible». Fue un hijo de la corrupción que por desgracia nos ha tocado vivir en Cuba en demasiadas épocas, incluyendo la actual.
    Ojalá que recuperes pronto la salud, sé bien lo que es la lumbalgia (y mi jefe tambien) Pero te queda haber disfrutado del ambiente, que tan bien describes en tus escritos. El lector lo vive contigo, lo siente como tú lo sientes.
    Un abrazo.

  7. Yo leí La Habana para un infante difunto y ahora que lo recuerdo es verdad que hay puntos coincidentes. La leí aquí en España en mis viajes diarios en tren y la verdad que me enganchó de tal manera y me transportó de otra tan deliciosa a nuestra tierra que la volvería a leer muy pronto. ¿Ya leíste Cuerpos divinos? Es de sus novelas la más autobiográfica y nos lleva a la época previa y primeros años de la Revolución. Es una pasada y sale a relucir, como dicen las mujeres de mi familia, el «picha dulce» que fue jeje. A mi me encantó.
    Y con respecto a los garbanzos las semillas de lino te las puedes saltar sin cargo de conciencia. Las puse porque quería hacer un plato más completo y saltarme la proteína. Un quiero para ti…

  8. Lo mejor: que he impreso las 3 entradas y las tengo para los peores momentos, para paladearlas. Lo peor: que dice… «final». La esperanza: que ha de llegar la novela, no? Un abrazo, Ernán!

  9. Don Felicius:
    Tu prosa se echaba de menos por estos predios que van tomando aires de hace un siglo. Bienvenido de vuelta. 🙂 Espero que nos sigas dando gustos, como descubrir a Arriaga y Balzola, en ese escrito excelente.
    En Cuba la figura de Yarini es casi simbólica. En mi niñez se me hace sólo tan fuerte como la de Matías Pérez, que desapareció en globo en el siglo XIX y el chinito Julio Chang, un vendedor callejero de vegetales convertido en el tranformista más famoso de Cuba: la gran Musmé. En este último coinciden dos cosas que me atraen sobremanera: el Barrio Chino más grande de Latinoamérica (alrededor de 150 000 cantoneses emigraron a la isla) y la cultura del burlesque de la Habana antes de 1959, sobre todo en el famoso teatro Shanghai. Ya contaré sobre eso, a cucharadas, para que el trago no sea tan amargo.
    Gracias por disfrutar de Yarini y por tu siempre inspiradora visita. Habrá novela sí, acabo de rescatar los disquetes donde guardé la primera versión. Se nota que empecé el proyecto hace años, pero la VIDA tiene la manía de atravesarse por el medio. 🙂 Y se vuelve a atravesar aún después de la media rueda, achaquémoslo a las temperaturas del Caribe.
    A la espera de la salida de tu libro, un abrazo desde el Polo Norte.

  10. Quien echaba de menos algo era yo, a estos gallos que ya son casi novela. Esta tarde, robándole a la siesta un tiempito los he releído. Aquí, en el Norte del Sur, hay un estudioso de la prostitución que daría lo menos medio riñón por ver la gallera hecha una señora novela -y tus lectores-seguidores daríamos el otro medio por que encontrases los disquetes de marras (lo de la vida ya es más serio, cuídate). Un abrazo!

  11. Wao gracias por compartir esta fabulosa historia con los lectores me hizo viajar en el tiempo en mi mente me senti presente en la epoca de Yarini hace tiempo no leia algo que me resultara tan interesante como esta bella historia me aclaro muchas partes que todavias para mi estaban incredulas muchas gracias

  12. Gracias, Alberto. Sobre Yarini y su época queda aún mucho por contar. Saludos!

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