DESPUÉS DE LA MEDIA RUEDA

Bitácora nostálgica, de un cubano que vive hace más de dos décadas en Suecia

Un fin de semana en Londres. Viernes.

30 comentarios

tkts

Quiosco TKTS. Leicester Square

Viernes Santo 2008

Desde que puse el primer pie en la terminal aérea de Heathrow sentí la eficiencia inglesa. Señales indicativas por todas partes, empleados atentos y políglotas. Hice un par de preguntas en un buró de turismo. Me orientaron y tomé el Heathrow Express, un silencioso tren que conecta el aeropuerto con la ciudad. Llegó en quince minutos a Paddington, una estación aburrida e impersonal. Salí de allí por un callejón, tan aburrido e impersonal como la estación.

Al intentar cruzar la calle, Inglaterra me gritó con el sonido de un claxon. Un taxi negro casi me envistió como un toro. Mirar para el lado erróneo fue mi primer encuentro con la diferencia. Había olvidado que en la rubia Albión el tráfico circula en sentido opuesto.

Después de caminar unas cuadras, hallé el Royal Cambridge Hotel de Sussex Gardens. Rimbombante nombrecito. Me recibió una sonrisa encantadora en un rostro de Sri Lanka. Me registré y subí a mi habitación. Le faltaba una bisagra a la puerta del armario, la luz del techo no funcionaba y el control de la televisión exhibía sus baterías envueltas en cinta adhesiva transparente sin pudor alguno. Al lado de la ducha yacía una toalla. Este robusto guajiro de Cruces fue a bañarse y puso el pie sobre el rectángulo de felpa. Bajo la tela, una tabla suelta se hundió casi medio metro con mi peso. Reaccioné con un pasillo de guaguancó que me salvó la vida. Me imaginé cayendo, con una sección del techo, sobre los hombros del desdichado carpetero. A partir de ese momento, cada vez que me duchaba, recordaba lo que dicen en el Metro cuando uno va a subir o bajar: Mind the gap. Algo así como ponte pa’ las cosas y ten cuidado en no meter la pata en el hueco entre el tren y la plataforma. Seguro que es menos peligroso que el baño de mi cuarto. Era el precio de ver Londres a lo barato.

Sin descansar un segundo salí, aliviado de mi equipaje y del polvo del camino. Compré mi Travelcard por tres días, para usar en el metro y las guagüitas coloraditas de dos pisos. Un empleado de la estación subterránea, a un costado del callejón aburrido e impersonal, me indicó cuando pregunté: «Sir, tome la linea Bakerloo hasta Piccadilly Circus y entonces, si usted no es vago sir, camine quince minutos hasta Leicester Square.» Trás un vuelo de dos horas con la Brittish Airways, yo ya era sir. ¡Si la reina Isabel se entera!

Cuando desembarqué en la estación de Piccadilly me sentí mareado viendo tanta gente. Desorientado, estuve casi diez minutos haciendo círculos como el contenido de una batidora. Aburrido de mirar la estatua de Eros y el anuncio lumínico de la famosa esquina, busqué en un plano la calle que me llevaría al TKTS, el kiosko que vende a medio precio las entradas de teatro para el mismo día. La taquilla cierra a las siete de la tarde. Quedaban tres entradas para «Billy Elliot», basado en la película que tanto me gusta, con música de Sir Elton John. Un billete para la fila catorce del Victoria Palace Theatre. Podría ver al chiquillo que intentando recibir clases de boxeo termina bailando ballet. Regalo de los dioses por quince libras esterlinas.

Tenía más de una hora que matar antes de la función. Me dirigí a Traffalgar Square, pasando por la bella iglesia de St’ Martin-in-the-Fields, hogar de la escuela de música, con su orquesta sinfónica. Recordé que Jorge Pérez Egea mi profesor de apreciación musical, calificaba aquel sitio como un templo del Arte.

Antes de doblar a la plaza Trafalgar descubrí que tanto la National Gallery, como la National Portrait Gallery están abiertas los viernes hasta las nueve de la noche. Decidí entrar en la segunda que es menor y anduve viendo los retratos de Shakespeare, los Tudor, Estuardo y otras familias nobles. Lo interesante de esta galeria está en los personajes retratados y no en los grandes pintores. Todo organizado respetando la cronología. Algunos cuadros llaman la atención, como uno de Eduardo VI, que hay que ver de lado a través de un cristal para restituir la perspectiva, deformada si se observa de frente. La National Portrait Gallery parece más una clase de historia que un museo de arte, no necesité más que media hora para verlo todo. Salí de allí con hambre, ya no de cultura sino de alimentos.

Atravesé parte de Soho hasta el muy cercano Barrio Chino. Los ojos se me pegaron a las vidrieras de los restoranes con patos glaseados colgando, a las tiendas de chinerías baratas, al ambiente asiático y al súbdito del Celeste Imperio que hace noodles de una masa de harina, jugando con sus manos de mago en medio de la acera. Pronto encontré un bufé donde por cinco libras esterlinas podía comer todo lo que quisiera. ¡Y cómo quería!

Cuál no sería mi sorpresa, cuando husmeando en el mostrador me enfrenté a algo muy conocido y para mi muy cubano: una bandeja colmada de humeantes y grasientas frituritas de malanga. Las ataqué con ensañamiento y alevosía.

Con el estómago satisfecho (tambien de otros manjares, que no solo de frituritas vive el hombre) encontré el camino al teatro. La estación de metro se llama Victoria, desde ella se ve a dos cuadras la marquesina con la estatua dorada de la bailarina Ana Pavlova y el enorme afiche de Billy saltando.

Entrada en mano, le sonreí a la portera. «Good evening, sir.» Y me indicó mi asiento. Inmenso coliseo, mármol y dorado decorando por todas partes. El guajiro de Cruces aguantó el llanto hasta el segundo acto. Cuando Trent Kowalik, como Billy Elliot, cantó y bailó «Electricity« no me pude controlar y solté el lagrimón. El resto de la función la pasé en estado de gracia. Si hay un paraíso para Musicales, opino que este no necesitaría ni la entrevista con San Pedro. Directo a la gloria.

No eran ni las once de la noche al terminar la obra y regresé al Soho. Quería caminar esa parte de la ciudad que perdió su sordidez con la modernidad, aunque quedan clubes de burlesque, locales con venta de películas pornográficas, salones de masajes… Restoranes caros, bares gay, salitas de teatro experimental y tiendas de marca van invadiendo el barrio donde Sherlock Holmes perseguía criminales.

No podía dejar de ver el Ronnie Scott’s Jazz Club, donde han actuado Ella Fitzgerald, Oscar Peterson o Stan Gets. Me detuve a escuchar un clarinete improvisando sobre el clásico All the things you are cuando se acercó un hombre mayor empujando un carrito de limpieza. Parecía algún súbdito de las West Indies, como le llaman los íngleses a sus islas del mar Caribe. Se detuvo y se puso a cantar la canción que tocaban en el club, afinado y entonado a la perfección, mientras barría la calle.

Miré a todas partes. Ningún transeúnte le hacía el más mínimo caso. El cantante del escobillón descubrió mi interés, sonrió y me guiñó un ojo antes de continuar su trabajo y su canto. Me alejé del Ronnie Scott’s. Sólo el espiritu de Chet Baker tocando su trompeta me hubiera sacudido el encanto de aquél momento.

De pronto me ví metido en Old Compton Street (la cabra siempre tira pa’l monte) y decidí explorar la parte gay del Soho. Entré a The King’s Arms, el famoso bar de osos, a tratar de cazar alguno. Fueron elegantes y educados, nada más. Llegué a creer que el viaje en avión me había hecho invisible. El turismo sexual y las noches de los pubs no están hechos para mí, así que regresé a dormir.

Londres no se me abrió de piernas desde el primer momento como París lo hizo antes. El día siguiente me demostraría que Paris nos enamora, la parte del Londres que vi… nos conquista.

continuará…

Autor: ernán dezá

Me las doy de aprendiz de curioso con ambición de croniquista. Ya voy viviendo mi sexta década, parte en Cuba, parte en Suecia. Tengo algunas cosas que contar y otras que mejor no cuento.

30 pensamientos en “Un fin de semana en Londres. Viernes.

  1. Querido Sr Ernán:
    Si hay algo que no me perdonaré de mi viaje a Londres fue no entrar a ese musical o al de Fredy Mercury de Queen que es uno de mis favoritos. Lástima, no me dio tiempo de todo… ¿ te gustó más Londres o París?
    Un abrazo

  2. Impecablemente escrita, felicidades.

  3. Ja, ja, qué bien, Ernán, dejar el Polo unos días… y dejarnos esta belleza de prosa. Yo discrepo en lo de París, me sigue enamorando y no me deja de enamorar (hará un tiempito que no paso por allá, pero la revisito en el blog http://evocationduparis.wordpress.com/, maravilloso. Londres, eso sí, guarda una y mil ocasiones de disfrutar de la cultura. Un abrazo!

  4. Lo mejor: el pasillo de guaguanco en el hotel !! ….jajjaja . Me has hecho reir muchisismo. Y comparto tu gusto por la pelicula Billy Elliot. Esperaba alguna historia con algun oso de flema britanica. Tengo que esperar el sabado y domingo a ver que sucedio. Estos blog como las series de TV, me desesperan, pero siempre ansioso por leerte más y más. Abrazos!

  5. Mea culpa, don Felicius:
    No me felicito por el poco feliz uso del infeliz símil. París me enamoró y me sigue enamorando, pero Londres me conquistó a la fuerza. Se puede amar dos ciudades a la vez… y tres… y más.
    Estas «crónicas de viaje» son descripciones muy extensas que les envío a mis padres y hermana, para que viajen conmigo cada vez que me escapo del Polo Norte. Las reduje pensando que serian muy largas para publicarlas y comencé por Londres, que era la más corta. De vez en cuando dejaré caer alguna.
    Y gracias, de corazón, necesitaba el espaldarazo.

  6. Gracias, amigo. La publiqué porque a Jorge le gustaba mucho. Èl estuvo en Londres antes que yo y decía que era la misma ciudad que había visto. No siempre coinciden. 🙂

  7. El hotel estaba en candela, pero lo quería sólo para dormir. Lo mejor eran el desayuno y la fachada. 🙂
    De osos nada en este viaje, zapateaba tanto que terminaba molido.
    Muchos abrazos, Willy mío.

  8. Agradecido, amiga.
    Tampoco pude ver «We will rock you». Las entradas estaban todas vendidas, pasé por el Dominion Theatre, donde la ponían y la acera estaba repleta de polizones como yo, intentando entrar de alguna manera. Pero sigue en cartelera, tenemos esperanzas…
    Me gustan las dos ciudades, cada una tiene su sabor. Ya explicaré qué me enamoró de París en una larga crónica, claro que Londres me queda más cerca. 🙂
    Un abrazo desde el Polo Norte,

  9. Hice una traducción aproximada de «Electricity». Me recuerda mucho a mí a esa edad, lo que siento todavía al bailar. Quizás por eso me gusta tanto Billy Elliot.
    Maestra de ballet: – Puedo preguntarte Billy, que sientes cuando bailas?
    Billy: – No puedo explicarlo realmente, no tengo palabras. es un sentimiento que no puedes controlar, supongo que es como olvidarse, perderse por completo y al mismo tiempo es algo que te hace sentirte entero. Es como si hubiera música sonando en tus oídos, pero una música imposible de escuchar. Y entonces algo arde dentro de mí, imposible de ocultar. Y de repente estoy volando como un pájaro. Es como electricidad surgiendo dentro de mí y me hace libre. Soy libre.

  10. Estimado, casi me estás ahorrando un billete de avión a Londres, pero se me antoja ir al bar de osos, elegantes y educados, a mentarles la madre por perderse de una noche sin luz en el techo, de armario «desbisagrado» y salida de ducha con alto riesgo… Es cierto que París enamora, siempre que no acudas a un bar de salsa en Montparnasse, con una amiga lesbiana y los dos se fijen en la misma gatita. Al menos la luz de mi habitación funcionaba y la lectura de Prévert, en Paris siempre Prévert, hizo que olvidara dónde quedó pisoteado mi viril orgullo… Abrazos y admiración.

  11. En realidad detesto Londres. No me preguntes por que, pero no me gusta nada, Desgraciadamente cada dos por tres tengo que ir a Heathrow. Quizas el aeropuerto mas impersonal que he visto en mi vida y si…., No soy nada imparcial. Cuidate

  12. Gracias amigo Ángel:
    «Siempre nos queda París», como diría Rick a Ilsa en «Casablanca», a eso le sumamos Prévert y maravillaría la mezcla . Asumo que estuviste en «La Pachanga» de Montparnasse, Fui allí a «menear el esqueleto» una noche y la pasé bien. Ya lo contaré a su tiempo.
    Londres fue mi primer viaje con pasaporte sueco y la celebración de una ruptura sentimental. Después no he vuelto a viajar solo. Una ciudad especial de la que uno no se cansa.
    Abrazos y más admiración.

  13. Tus visitas, don Plared, son una fiesta. Me alegra que seas imparcial,
    Echándote de menos por aquí y más por allá. Muchos esperamos desde noviembre por que nos vuelvas a abrir los ojos a otra maravilla del cine. leer tu comentario y tomarme mi café, me ha terminado de despertar. Confieso que me voy con nuevas energías pa’l curro.
    Saludos desde el Polo Norte.

  14. Interesante descripción. Sin duda, aprovechaste bien el fin de semana.

  15. Gracias Oriol! Normalmente soy bastante tranquilo, pero cuando viajo aprovecho segundo por segundo. Londres tiene mucho más que ver que Estocolmo, claro. 🙂

  16. Excelente post, gracias. Amo Londres, y me pasó lo mismo al atravesar una gran avenida, iba yo con una amiga y nos tuvimos que regresar a la banqueta, tomadas de la mano y atacadas de la risa, un recuerdo simpático, pero hubo muchos y disfruté esa hermosa ciudad mucho

  17. Es lo impensable, estamos acostumbrados de toda la vida a mirar para un lado por los coches y de buenas a primeras se aparecen por el otro. A mí me dio risa después, pero pasé un buen susto. Gracias Silvia, me alegro te haya gustado.

  18. Las sensaciones que presentas son similares a las mías cuando estuve ahí… Me encantaría volver pero por ahora, tengo que esperar. 😉

  19. Pues nada Ernán. I wanna be conquered by London as well. Leyendo tus aventuras en la ¿Lundene de Alfredo? no puedo más que desear poder llegarme y disfrutar también de ese musical, que me encanta. I´m looking forward to read the second part! Un abrazo

  20. My sweet Magela: London is a must. 🙂 El primer día no me convenció mucho, pero del segundo en adelante!
    Exactamente, el Londinus del emperador Augustus. Parece que después con Arturo y el rey Alfredo se convirtió en Lundene. Leíste entonces «The burning land». Soy débil a esas novelitas históricas sin pretensiones. 🙂
    There are more than two parts, it was a long week end.
    Las entradas pa’ los musicales cómpralas en el quiosco de la foto en Leicester Square, en los otros los precios son más altos. Vale la pena hacer la larga cola.
    Un quiero grande!

  21. Pues sí Ernán casi acabo de leer el 5to libro de la saga de Bernard Cornwell, me ha encantado y ahora me quedo con muchas ganas de la última parte que no he encontrado ni en los centros espirituales. ¿Por alguna casualidad la tendrás digital? Yo lo bajé todos para el e-book pero la página desde la cual los descargué ya cerró. Me quedo con tus consejos para una futura visita a Londres, Feliz Día del Amor. Un besote

  22. Es sorprendente cómo tu forma de escribir fluye de forma tan natural. Estoy deseando leer la continuación. Como dices London is a must
    Por cierto, Londres también tiene más que ver que Madrid

  23. Gracias Eduardo. Me alegra te guste lo que escribo, pues también me ha fascinado tu «River of country». Desde la adolescencia me enloqueció el «country music» en todas sus variantes y como veo investigas profundo en sus raíces.
    Londres tiene cosas que no tiene Madrid y viceversa, las dos ciudades me gustan. Aunque sospecho que Madrid por mi amiga Lourdes Gómez, que me llevó a conocerla a través de sus experiencias. El lunes viene la próxima entrega. Saludos desde el Polo Norte.

  24. Billy Elliot, toda una lección de vida. Lo de los osos londinenses elegantes y educados, pero nada más, me mató. ¿Serán todos así por el clima tan húmedo y gris? Saludos, Luis

  25. Mi querido Luis:
    Billy Elliot es genial, la muerte de la madre, los problemas económicos de la era Reagan/Thatcher, la incomprensión del hermano, la represión policial a los mineros… Billy supera todo eso bailando. Pudo haberlo hecho pintando, escribiendo o haciendo teatro. Toda una lección de vida, muy de acuerdo contigo.
    Me gustaría escribir un artículo para tu blog, si quieres, sobre osos (ingleses, suecos o españoles) y su cultura en Europa.
    Un abrazote.

  26. Aunque aún no conozco Londres, me sentí caminando por allí. Muy lindo.

  27. Gracias Maggi.
    Londres es una ciudad sorprendente, un viejo sueño cumplido.
    Saludos.

  28. Ernán, no te imaginas el grandísimo honor que le harías a mi blog si contara con alguna de tus narraciones. Bienvenida cualquier aportación que estoy seguro será del interés y agrado de muchos por tu especial forma de escribir. De antemano gracias y recibe un fuerte abrazo, Luis

  29. Como siempre leerle es impactante. Buena crónica y excusas por no comentar, es un mal de muchos, hay textos que nos dejan sin palabras.

  30. Gracias, me sucede lo mismo con lo que escribes. Yo narro detalles, hechos, experiencias… Tú profundizas en sentimientos, con una madurez que envidio.
    Un placer tenerte por aquí y poder leerte.

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