(Reblogueado de hace un año.)
En el Greenwich Village de New York nadie conocía el verdadero nombre de Judy, dónde vivía, ni quién era de día. Andaba por las noches calle Christopher abajo y calle Christopher arriba, impersonando a Judy Garland, su ídolo y el de muchos clientes de los bares del barrio. Unos contaban que era hijo de un mormón de Utah con cuatro esposas, otros que era el bastardo de un millonario de Texas y una bailarina de las Rockettes. A él le gustaba alimentar la leyenda, lo hacía sentirse exótico.
Casi siempre el joven terminaba sus rondas en un pequeño club: el Stonewall. Allí lo aplaudían trasvestis de Brooklin, banqueros de Manhattan, jinetes de medianoche. Judy buscaba la complicidad de las ovejas que gustaban de otras ovejas. Los lobos, disfrazados de policias, las atacaban dos o tres veces al mes. Era la ley, no había manera de enfrentarla. Algunos sabían que las autoridades no cerraban el negocio, si algo de dinero caía en sus manos de vez en cuando.
El 28 de junio de 1969, las ovejas lamentaban la muerte de la Garland. Aquella mujer que había cantado tantas veces sobre la existencia de un mundo encima del arcoiris, donde todos podiamos vivir juntos y en paz. Judy tarareaba bajito “The man that got away”, mientras lloraba.
Los clientes del Stonewall escucharon voces altas, ruidos de golpes. El local se llenó de lobos. Atacaron esa noche con más saña que nunca. El propietario del club había olvidado pagar sus impuestos.
Judy recuerda que un policía se le acercó pidiendo identificación. El trasvesti abrió su cartera de malla de plata de los años 1920, herencia de su abuela de Philadelphia y sacó su lápiz labial. Intentó pintarle los labios al agente, que reaccionó golpeándolo en la cara. Con tanta fuerza lo hizo, que la peluca con el peinado de la Garland salió disparada a tres metros de distancia. Cuando fue a pegarle una segunda vez, Judy frenó el golpe con su derecha y asestó un gancho al policía con la izquierda. Su padre era un cubano del Bronx, instructor de boxeo. Había enseñado al trasvesti a pelear, para que se defendiera de los que no toleraban su afeminamiento.
«No creo que mi puñetazo haya encendido la chispa, pocos lo vieron. Sin embargo, aquella noche las ovejas nos sentimos capaces de luchar por primera vez. Al no tener pastor que nos defendiera, sacamos a los lobos del Stonewall peleando con lo que teníamos a mano: tacones altos, bolsas de mano, pinceles de maquillaje, adoquines de la calle… Luego formamos barricadas, llegaron otras muchachitas y lesbianas de los alredores. Nos organizamos.»
Un año después se celebró el primer desfile del Orgullo Homosexual en New York, homenajeando la rebeldía de los muchachones del bar Stonewall de Christopher Street. Judy desfiló con un traje dorado, como el de Barbra Streisand en “Hello Dolly” y unos guantes de boxeo en las manos. Él me lo contó con una sonrisa en los labios, arrugados pero pintados de carmín brillante. No le tiraron fotos. Nadie lo recuerda. Yo, el cronista, no pienso olvidarlo.
junio 28, 2014 en 10:20 am
Bello, ejemplar, divertido, humanista y…..bandera para recordarnos que todos navegamos en el mismo barco y hacía el mismo objetivo, otra cosa es que nos pongamos de acuerdo en la esencia y denominación de ese objetivo, pero para ello, hacemos falta todos. Abrazotes.
junio 28, 2014 en 12:11 pm
Gracias, Manolito. Lo de la bandera (repito) es un anacronismo. En las primeras décadas se usó el triángulo rosa con que «marcaban» los nazis en sus campos de concentración a los homosexuales, quise dibujarlo así pues me pareció más efectivo.
Una historia un poco panfletaria y pedagógica, más me percaté que la mayoría de mis amistades ni siquiera saben porqué se celebra el Orgullo Gay.
Un abrazote y a disfrutar del verano.
junio 28, 2014 en 12:21 pm
Erni, evidentemente el dibujo de Judy es tuyo, reconozco Los trazos, a ver SI retomas ESA faceta tuya, porque es UNO de tus talentos que Adoro, cuando lo vi, me trajo a la memoria tus afiches o posters del Mella…venga, regalanos ese don tuyo…
junio 28, 2014 en 12:50 pm
Originalmente era la idea, ilustrar cada post con un dibujo mío. Pero estoy vago para dibujar, aunque a veces me muero por tener un pincel en la mano.
Gracias, amigo, por impulsarme siempre. Mi padre estaba preguntando por tí hace unos días…
junio 28, 2014 en 1:14 pm
APLAUSOS.
Stonewall es muy poco recordado. Quizás porque fue tan exitoso.
Gracias por la historia de Judy. Gran ejemplo de que las ovejas pueden dar sorpresas. Gran referente para nosotros todos los otros ciudadanos ovejas.
Gracias
junio 28, 2014 en 1:16 pm
Reblogueó esto en Ultimate Wanker Pressy comentado:
Poco recordado ejemplo histórico de resistencia civil exitosa
junio 28, 2014 en 1:38 pm
Gracias. Me alegra que compartamos historias. Un abrazo.
junio 28, 2014 en 1:52 pm
Este año los dioses se apiadaron de mí y encontré varias personas afines, con muchas cosas buenas compartidas, y contrincantes similares -o los mismos-.
Imperdonable, me olvidé de decirte: La historia de Judy está hermosamente contada. Una mezcla de melancolía y grito final de hartazgo.
junio 28, 2014 en 2:41 pm
El adoquín y el lápiz de labios para ahuyentar a los lobos y descubrir la playa. Un abrazo.
junio 28, 2014 en 3:13 pm
Perfecta síntesis, Madame
junio 29, 2014 en 8:17 am
Los cobardes siempre ceden cuando los valientes que no se sabían tales afirman los pies en el suelo. Saludos desde España.
junio 29, 2014 en 10:26 am
Entonces…¿así fue? ¿Es una historia real?
Me gusta leerte pero tienes que terminar de aclararme si todo es realidad 🙂
Besos, muchos.
junio 29, 2014 en 11:19 am
Amiga Luisa:
Tendré que hacerme el hara kiri para que me sigas leyendo. 🙂
Existe una Judy (José de Jesús) pariente mío muy lejano. Estuvo allí y me contó cómo fue la cosa pero claro que yo la adorné un poco o un mucho. Ya contaré más sobre Judy y sobre todo sobre su padre.
Cuando cuento cosas de mi familia cercana pongo poco de mi imaginación (mis padres y hermana me leen y me golpearían con una sartén en la cabeza si miento) sin embargo me permito ciertas libertades cuando narro cosas como estas.
Sobre los hechos del Stonewall Inn se puede leer bastante, incluso artículos de diarios de la época. Roland Emmerich está filmando una película sobre lo que sucedió allí hace cuarenta y cinco años. Espero no sea otra de sus películas catastróficas… 🙂
junio 29, 2014 en 11:27 am
Un abrazo, Madame.
Es una lástima que en lugares como México, Afganistan, Iraq o Ghana todavía los lobos mantengan a las ovejas intimidadas.
Parecerá un sueño imposible, pero me gustaría vivir en un mundo donde la igualdad de derechos (no la igualdad de comportamiento para ser aceptados) nos alcanzara a todos: mujeres, inmigrantes, homosexuales, musulmanes, africanos, descapacitados, judíos…
Algún día no será necesario luchar por esos derechos. Mientras tanto: adoquín, lápiz labial y playa.
junio 29, 2014 en 11:28 am
Repito mi agradecimiento, amigo. Y otro abrazo!
junio 29, 2014 en 11:31 am
Así es José Ignacio. Siempre he creído que todos somos cobardes, hasta que un día nos sentimos obligados a ser valientes o perecer.
Muchas gracias y saludos veraniegos pero con diez grados sobre cero. Cosas del Polo Norte! 🙂
junio 29, 2014 en 11:54 am
jajajajajajajajajaja el hara kiri no será necesario.
Vale. Perfecto. Entiendo que adornes y entiendo que no lo hagas si te lee tu familia 🙂
Oído cocina.
Besos, muchos
junio 29, 2014 en 12:19 pm
Yo ví una película que intercalaba filmaciones del momento, Luisa. Fue real. Y muy emocionante. Empezaron a salir a las calles. En la parte de ficción, a un travesti recién se le murió su compañero y un cana empieza a forrearlo, y el travesti lo revolea de una trompada. Yo aplaudí. Fue hermoso.
junio 29, 2014 en 12:32 pm
Me gustó mucho la película. Su director, Nigel Finch, murió poco después de terminarla. No sé si estará en español por ahí. Para por si acaso les pongo el trailer:
junio 29, 2014 en 12:35 pm
Genial, gracias. Voy a bajarlo porque es algo para recordar.
Yo la vi hace varios años. No me acuerdo si subtitulada o doblada.
Un abrazo fuerte
junio 29, 2014 en 4:40 pm
Hace días que no rondo por esta caverna colorida de internet, pero me alegra volver a leerte porque tanto las imágenes que traes como las palabras que usas siempre escancian fluidos y sabores de un antaño colorido y heroico.
Saludos
junio 30, 2014 en 6:10 am
Es que, amigo Joya, cualquier tiempo pasado fue siempre… pasado.
Lo adornamos con colores que quizás no tuvieron.
Aún así recuerdo perfectamente dos fotos de las revueltas del Stonewall que vi, por casualidad, casi en su época. En una un cartel ponía «Somos vuestros hijos», acabo de volverla a ver en un documental. En la segunda otro ponía: «En un mundo de orugas, hay que tener cojones para ser mariposa.» Este, como era más agresivo, fue descartado en estos tiempos politicamente correctos.
En una entrevista a Roland Emmerich sobre su filmación de «Stonewall», explica que el 40% de los jóvenes sin techo en EUA, son homosexuales expulsados de sus hogares por padres intolerantes. Tengo amigos de mi edad que sufrieron eso en los 70 en Cuba. Desconocía que continuara pasando en el mundo.
Me alegra tu visita. Aprendo mucho con las cosas de tu blog, interesante como de una manera tan amena logras transmitir temas profundos.
Y aquí va el documental, para quién lo quiera ver. Vale la pena.
junio 30, 2014 en 11:30 am
El mejor don de la humanidad es la tolerancia. Es una lástima que algunas personas no lo entiendan así y, cuando están en el poder, todavía peor. El documental es interesantísimo.
junio 30, 2014 en 3:15 pm
Muy de acuerdo contigo, Eduardo. Lo de la tolerancia debería ser más común. Vivimos en un mundo donde todos somos diferentes, aunque tengamos iguales derechos.
Lo normal sería tolerarnos unos a otros, pero a los que adoran el poder les conviene que lo diferente sea condenado. Así es más fácil manipular a los «iguales», creándoles miedos y enemigos donde no hay nada que temer.
Gracias, amigo. Por aquí y por allá nos vemos…
junio 30, 2014 en 6:30 pm
Yo no sabía nada de Stonewall. Bello texto, muchas gracias! Abrazo mexicano.
Pingback: La oveja Judy y los lobos de Stonewall | Abanico Internacional
julio 1, 2014 en 8:26 am
Abrazos y muchas gracias Mere, Me alegra que te haya gustado y sobre todo que te hayas enterado de los hechos de Stonewall.
Es que yo soy mayor ya y supe de esas cosas casi cuando sucedieron. 🙂 Ventajas de haber pasado la media rueda. 🙂
julio 3, 2014 en 1:08 am
Siempre me dieron miedo las banderas. Tras ellas, se ocultan los extremismos que siempre de alguna manera logran apropiarse de ellas. Ya se que no es lo que se quiere oír, pero desgraciadamente suele ser una realidad.
En cuanto a la tolerancia con el que es distinto. Pues a lo largo de la historia ha quedado claramente que es una simple quimera. El problema, que los distintos también suelen ser intolerantes con los otros. Anacronismo, quizás, pero real también.
Y bueno, pues mi opinión sobre el tema. Pues que una simple elección de compañero o compañera de cama no debería de afectar a otros parámetros de la vida. En fin, que a mi particularmente con quien se acueste el vecino me importa un pimiento, aunque debo de ser un tío raro por ello.
Y si, a mi realmente no me importa. Lo que me hace gracia es que si preguntas a cien, diran lo mismo y mienten como cosacos. Mundo de vanidades y apariencias este que nos ha tocado Cuidate
julio 3, 2014 en 3:16 am
Opinas, Plared, eso siempre se aplaude.
Un saludo desde este Polo Norte, que insiste en serlo.
julio 3, 2014 en 11:35 am
Se agradecen entradas así, gran Ernán, escritas pues eso, desde un espíritu grande y limpio. Un abrazo -cada vez más contento de tu nuevo formato, de más ligera y portátil (aunque siempre detenida y profunda) lectura 🙂
julio 3, 2014 en 3:44 pm
Don Felicius:
Hay elogios que conmueven. No puedo hacer otra cosa que agradecer este.
julio 4, 2014 en 5:49 pm
He echado un vistazo al documental. Parece muy bien construido y muy honrado. Prometo examinarlo con más tiempo y atención.
Es curioso, la educación fanáticamente antihomosexual que se ha inculcado en la sociedad occidental tiene todas las características de ser una respuesta de miedo. Los valores de las sociedades guerreras y ultrarreligiosas ha seguido inculcándose como si tal cosa, como si la democracia no hubiese llegado. Todo el mundo tenía que mostrar la apariencia de que en potencia era un macho alfa, así que debían mantenerse las espadas de la masculinidad en lo alto, y el miedo a no aparentar lo debido impulsaba a esa repulsión orquestada hacia lo homosexual, y generalmente, algunos homosexuales llevaban eran los más encarnizados defensores de esa brutalidad educativa (por la misma razón que los nuevos conversos exhibían desmesuradamente las manifestaciones en su nueva fe). Recuerdo al respecto una ley norteamericana impulsada por cierto senador, que prohibía a las mujeres enseñar el ombligo en la playa. Cuando su mujer se divorció de él, narró que el tal senador sentía una morbosa excitación ante los ombligos.
Las desastrosas consecuencias de ese tipo de educación nunca han sido comentadas, pero yo tengo una funesta anécdota al respecto. Yo nací y me crié en un pueblo de Castilla con un gran ánimo antihomosexual. Casi todos se casaban por las apariencias. Un muy amigo mío se encuentra en tal circunstancia. El caso es que crió a sus hijos con todo el respeto, cariño y empeño del mundo, pero no pudo con el ambiente. Sus hijos, creo que al darse cuenta de la condición sexual de su padre, que les tuvo que crear un fuerte conflicto moral, acabaron mal, uno suicidándose, el otro drogadicto. Nunca he hablado abiertamente con él de su condición y de sus problemas, se sigue encerrando en las apariencias, pero sé todo lo que ha padecido.
Un saludo
julio 5, 2014 en 4:00 am
Es una clara respuesta de miedo, con violencia implícita y de cierta forma irracional. Supongo que se haya convertido en un mecanismo cultural de defensa para algunos.
Sin caer en lo anecdótico (ejemplos de vidas frustradas alrededor mío por negar la homosexualidad propia) es casi obligatorio llegar a tu conclusión. Los factores históricos que provocaron la existencia del «macho alpha» hace decenios que perdieron su actualidad y función: El paso del esclavismo al feudalismo, las cruzadas, la falta de mano de obra después de las grandes epidemias, los estados laicos, la religión como ideología…
Sigmund Freud se equivocó en muchas cosas, es cierto, pero daría una explicación deliciosa sobre este miedo al homosexualismo de algunos, no muy lejana de tu tesis.
Excelente análisis, amigo Joya. Para ponernos a pensar y de agradecer. Me felicito por haberte encontrado en el camino, un honor para mí, sinceramente.