Tras un apresurado desayuno, nuestro autobús recorrió la ciudad de Asuán. Me alegraron sus calles, repletas de niños y adolescentes. Antes los había visto empujando arados rudimentarios, trabajando descalzos o corriendo tras los turistas. En esta ciudad sonreían, entrando a sus escuelas con los pies calzados y los uniformes limpios.
Pensaba en un mejor después para un país con tanto antes, cuando llegamos a las canteras donde yace el Obelisco Inacabado. Marianne abrió la boca y mis antenitas captaron ondas de Muy Interesante. El monolito levantado pesaría más de mil toneladas y mediría cuarenta metros. No soy amigo de las cifras pero estas obligan a preguntarse: ¿Cómo erigir y trasladar tal coloso? Ni siquiera con la tecnología moderna sería fácil. Según algunos no existen huellas de cinceles u otro instrumentos en el granito del monumento. Son muchas las teorías, ninguna responde todas las preguntas.
De allí nos llevaron al Instituto del Papiro, donde descubrimos los misterios de su fabricación. Fue lo mejor de la mañana. Me ofrecí voluntario para tejer las tiras de fibras vegetales y usar la prensa rudimentaria, emparejando la masa.
Almorzamos en un restaurante cercano al mercado: El Masry, para fastidio de algunos compañeros de viaje. La comida casera nubia, los atentos y ocurrentes camareros, la clientela local, la sencillez sin pretensiones de la decoración, me hicieron sentirme en el verdadero Egipto; no el de los turistas ni el los faraones. Jorge comió paloma asada rellena. Yo comí kofta, unas albóndigas de cordero asadas a la parrilla, sazonadas con baharat, una mezcla de especias.
Por la tarde nos llevaron a la gigantesca presa Nasser, maravilla de la ingeniería soviética construida para regular las crecidas del Nilo. Impresionante, aunque yo estaba cerca del agua, suficiente para que todo me parezca bien.
La noche me ofrecería uno de los momentos inolvidables del viaje. Una barcaza cubierta llevó al grupo de los entusiastas, las señoras de Malmö, la pareja de orfebres, Rekke y Jorge, entre otros, al islote de Agilkia, donde se había trasladado el Templo de Isis conocido como Filé o Philae.
Al represar las aguas del Nilo en la década de 1960, muchos poblados, templos y sitios arqueológicos quedaron hundidos bajo las aguas del río. La UNESCO logró desarmar dos, piedra por piedra, transportarlos a sitios seguros y salvar historia.
Nuestra travesía hasta el islote fue corta, aunque llena de expectativas agudizadas por la total oscuridad. Atracamos junto a una rampa. Cuando el último de nosotros puso pie en tierra, las piedras del santuario se iluminaron como por arte de magia. «Hollywood meets Egypt», acertó a decir alguien. Nos acercamos a la entrada y comenzó el espectáculo. Reconocí las voces de los actores James Earl Jones y Dame Judy Dench de inmediato. Él era el Nilo, ella Isis. Nunca antes había disfrutado un espectáculo de luces y sonido. Un guía nos llevaba estancia por estancia. Vimos imágenes proyectadas en las paredes, colores que hacían destacar los jeroglíficos, oímos la narración sobre el mito de Isis, quien encontró el corazón de su pareja, Osiris, en la isla de Filé. La sensualidad en las voces de los narradores daba un sentido íntimo a la leyenda. Aquella era la isla de los amantes divinos, el lugar donde concibieron a su hijo Horus, el dios halcón. Al llegar a una construcción, Marianne se nos acercó y susurró: «Este es el santuario del sabio Imhotep, divinizado». Ya habíamos hablado de mi fascinación por ese personaje.
El recorrido terminó en una especie de anfiteatro, donde nos sentamos para apreciar el final de la fiesta de luz y color. Nos dieron media hora para recorrer el templo, iluminado en blanco, antes de regresar a la barquita.
No hubo cubierta ni más Nilo al regresar al Helios. Necesitaba cargar bien las baterías. Unas horas después alcanzaría una quimera para la que me había preparado durante casi media rueda: Abu Simbel, uno de los momentos más descollantes de nuestro paseo por Egipto.
mayo 25, 2015 en 7:05 am
Te felicito por tan interesante artículo
Un saludo cordial
mayo 25, 2015 en 9:09 am
Bueno, bueno, bueno, el Obelisco, el Instituto del Papiro, el islote Agikia, la isla Filé y encima Kofta sazonada con baharat, qué buena y admirable resulta la travesía mundana de los dioses, semidioses y viajeros tocados con la varita del placer. Ese viaje es lo más parecido a un sueño, a un objetivo vital. No sé si sería bueno repetirlo después de tantos logros y satisfacciones, habrá que pensar en materializar otros sueños. Cuidate viajero de los mundos. Abrazotes
mayo 25, 2015 en 10:58 am
Ya vamos llegando al Cairo!
mayo 25, 2015 en 12:04 pm
No hay duda Ernán, que el espectáculo de luz y sonido predispone y, si uno se lo propone, poder trasladarse a la época. Y tocar la maravillosa planta de papiro nos lleva aún más. Se nota que disfrutaste de esa viaje a fondo porque los recuerdos están a flor de piel. Un abrazo. Héctor
mayo 25, 2015 en 3:17 pm
Visitar Filé por la noche tuvo su gancho. Éramos pocos en la isla, vagando entre oscuridades y luces, silencios inteligentes y textos bien leídos.
El templo se mantiene casi entero, era fácil trasladarse en época, como aciertas a aclarar.
Ciertas imágenes se nos quedan en la mente, hubo un momento en el Patio de Ceremonias que me impresionó con fuerza: me detuve detras de las columnas y vi sombras de personas. Supongo que fuese parte del espectáculo. A mi me pareció demasiado real, soy un tonto sugestionable. 🙂
Algunos de mis compañeros de viaje se rieron cuando corrí a ofrecerme en el Instituto del Papiro, necesitaba sentir con la yema de mis dedos la masa del papel… y lo hice. Creo que las cosas hechas de manera artesanal conservan algo del alma de los que las hacen, las industriales no.
Comenté con un amigo que hojear fotos, releer el resumen que nos envió Marianne, la guía y descifrar mis apuntes, es como volver a viajar. Me alegra compartirlo con ustedes.
Abrazos, Héctor y gracias a ti.
mayo 25, 2015 en 3:20 pm
A esta altura del viaje faltaba solo día y medio navegando en el Helios. Después partiríamos al Cairo. Pero eso lo contaré en la segunda temporada, no quiero cansar a los lectores.
Un abrazote, Luddita mía
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mayo 25, 2015 en 3:42 pm
Así mismo es, Manolito. Hay cosas que bastan con una vez, entre ellas: cumplir un sueño, Además de que económicamente en estos tiempos me sería imposible repetir. Recorrer Andalucía para el próximo año, Estambul y Cambodia, en un futuro posible, lo imposible lo dejamos para después…
Un abrazote y gracias!
mayo 25, 2015 en 3:43 pm
Gracias Emilio. Me alegra que te guste.
Saludos!
mayo 27, 2015 en 8:48 pm
Gracias por dejar testimonios escritos de tus maravillosas e increíbles aventuras en el enigmático y siempre fascinante Egipto. Nos vemos luego.
mayo 29, 2015 en 10:13 pm
One word… Brutal! 🙂
mayo 31, 2015 en 12:01 am
Qué buena bitácora de viaje, tengo Egipto pendiente entre los países que quiero visitar en breve plazo. Pero también tengo Camboya, como le has contado al Gorrión, así que quizás nos crucemos este año por allá. No te pierdas por nada del mundo Estambul…
Un cariñoso saludo desde Argentina.
junio 1, 2015 en 4:49 am
Muchas gracias Bella. Pocas cosas me han dado más placer que viajar en buena compañía. Empaparse de culturas, exóticas o cercanas, poder acercarse a su historia, su cocina, su arte, su música, sus gentes… Gracias por la recomendación, no me perderé Estambul. Un abrazo!
junio 1, 2015 en 4:50 am
Two words: thanks Dany. 🙂
junio 1, 2015 en 4:55 am
Gracias Rómina. Egipto es todo eso y más. No quería describirlo como lo hacen en las guías de turismo pero se impone narrar sobre los lugares que visitamos, usando adjetivos que no me gustan mucho.
Un abrazo y nos vemos!