Buenos días Hamlet. Verte día a día me da derecho a ponerte nombre. Quisiera tener el valor de llegar a tus dominios y decirte que me apena tu vida entre dos lineas del tren, una que va y otra que viene. Allí habitas, desde una mañana en que tu dueño te dejó atrás. Nunca volvió a buscarte. En ese lugar te quedaste, aún cachorro, esperando y pensando en cuál de las dos direcciones viajar, para reiniciar tu vida de mascota. Te hiciste adulto dudando, segundo por segundo, más Hamlet que el mismo Hamlet, enraizado en la incertidumbre de viajar o no viajar.
Supe que alguien te tuvo lástima y arriesgó el pellejo poniéndote un techo encima. Un Elsinor que parece una casita lila, cálida, acogedora. Desde allí observas a la gente ir y venir. Viviendo sus propias vidas, sin extrañarse ante lo incongruente de tu presencia en un paisaje de rieles y gravilla.
Te aconsejo que tomes el primer tren que pase. No importa saber adónde lleva. Un rumbo se enlaza con otro, las letras de un cartel con un destino se despintan, otras se hacen fuertes. Te miro con tristeza, mientras mi vagón se aleja de la estación. El titubeo hace tiempo te convirtió en un perro de cerámica, solo entre dos caminos, hasta que los años te rompan en pedacitos.
junio 22, 2015 en 5:45 am
El tiempo y el titubeo paralizan hasta petrificar al que no se atreve a salir. Quizá le asuste la aventura, o no sepa exactamente cuál será la dirección acertada; el caso es que cualquiera puede coger el tren, un tren, una dirección, y luego rectificar si es que cogió la equivocada, o hacerlo en las dos: una vez para allá, otra para acá, pero salir del todo, quedarse a la intemperie y viajar. No sea que el paso del tiempo le atrofie la piel, los músculos y el corazón hasta quedar como el perrito, asomado a su caseta viendo pasar los trenes.
junio 22, 2015 en 5:56 am
Lo veo todos los días cuando voy a trabajar y me parte el alma. He preguntado a varios de mis amigos, incluso alguno que vive en la zona, y no recuerdan haberlo visto.
Primero apareció el perrito en medio de la nieve, luego alguien le puso la casita.
Gracias Madame, soy de los que creo que los trenes están ahí para usarlos. He metido la pata más de una vez en un viaje con un destino equivocado. 🙂
junio 22, 2015 en 6:43 am
Hola Ernán, un triste relato el que nos dejas en el día de hoy. Por desgracia para esos seres maravillosos que sin lugar a duda son los mejores amigos nuestros, son algunas las » personas » que los dejan abandonados en lugar de buscarles un hogar donde puedan ser atendidos. Hace algún tiempo me encontré en la calle con una perrita y no pude resistirme ante tanto dolor y la adopté, vivió 17 años. Hoy en día tengo otro desde hace ocho años. Son unos seres maravillosos.
Un abrazo amigo
junio 22, 2015 en 7:27 am
A esta edad recuerdo todos los perros que he tenido. No sé si lo entienden a uno tanto como parece pero se le hacen a uno tan necesarios como familia y amigos.
Este es de cerámica y ya ves: no dejo de saludarlo todos los días…
junio 22, 2015 en 9:22 am
Eso es un performance auténtico, una interacción entre el hombre, el arte y la filosofía de la vida. Querido Ernán o Hamlet, debes hacerte coach de forma inmediata. En esas latitudes que vives precisan transfusiones vitales mediterráneas o caribeñas. Me ha encantado el video y la música de Durante, siempre recordado, todo un acierto. Cuidate y si tienes tiempo lleva una buena botella de ron al protagonista perruno, se le quitarán los males o le ayudará a soñar y coger, ya veremos cómo, el primer tren. Abrazotes.
junio 22, 2015 en 9:38 am
Fue muy divertido fimar partes del fonoviso, metido entre matorrales y cámara en mano. Al final puede eliminar la locura de la última toma, editándola pero me pareció corresponderle a la música. Payasadas mías…
Gracias por los encomios y un abrazote!
junio 22, 2015 en 11:09 am
Es cierto, la indecisión te inmoviliza y te ciega y no te permite ver el cúmulo de posibilidades que se presentan en cada tren que pasa. Que te equivocas! Nada pasa, porque al tiempo volverá a pasar otro en dirección contraria y quizá esa vez ya sea la que tanto has esperado.
Muy tierna la imagen.
Besetes…
junio 22, 2015 en 11:37 am
El centro de Estocolmo es un islote: Gamla’stan, una especie de nudo. De ese lugar parten casi todos los metros en tres lineas: verde, azul y roja. Me fascina explorarlas a partir de allí, cuando no tengo nada que hacer.
Lo he intentado con varios amigos y les ha resultado divertido. Nos hemos perdido recorriendo calles y lugares desconocidos, una especie de vacaciones dentro de nuestra misma ciudad. Cambiando de trenes en ramales que se bifurcan, buscando la aventura.
Así mismo debería ser la vida. No temerle a lo nuevo, dar el paso que según los budistas comienza el largo viaje. Siempre nos espera en la ruta, un amigo o un amor que conocer, una nueva manera de ver la vida… La vista desde nuestro balcón o ventana puede ser reconfortante pero es limitada.
Abrazos veraniegos, dulcísima María y gracias.
junio 22, 2015 en 2:49 pm
Ernán, aunque Hamlet siga esperando tal vez su dueño ya no esté. Hachiko, el memorable perro del film con Richard Geere. Habla de la fidelidad indeclinable que solo la nobleza de un animal, puede manifestar.
Muy emotivo tu relato
. Abrazos. Héctor
junio 22, 2015 en 4:23 pm
precioso relato, estremece pensar que no sólo abandonan sus representaciones, sino que lo hacen con seres vivientes llenos de amor generoso.
junio 22, 2015 en 5:41 pm
Toda la razón Ernan! El camino siempre nos trae sorpresas y además abre nuestras mentes.
Un abrazo de esos, bien calurosos.
junio 23, 2015 en 10:38 am
Gracias. Por suerte aquí no suelen abandonar muchos perros, sería demasiado cruel con las frecuentes temperaturas bajo cero.
junio 23, 2015 en 10:46 am
Hamlet se ha convertido casi en un amigo, aunque el el invierno me estremece verlo.
Cuando abandoné Cuba dejé a mi perra Tina con mis padres, siempre que llamaba por teléfono desde aquí, ella comenzaba a llorar al oirme hablar. Más de cinco mil kilómetros de distancia y reconocía mi voz. Sus saltos de alegría, cuando pude regresar siete años después de visita, fueron algo increíble.
Un abrazoy muchas gracias, amigo Héctor.
junio 23, 2015 en 4:13 pm
Hola ernán … ¿Sabes si cogió en tren?
Buen artículo … magnífico blog … tiempo … el que me falta para leer tanto y tanto bueno que mostráis.
Un abrazo
junio 24, 2015 en 7:27 am
Esperemos que algún día decida a donde irse, mientras tanto… Allí seguirá, ignorado por la mayoría de los pasajeros del metro y pasando frío, sin poder ni siquiera ladrar.
Alguien dijo una vez, en algún serial de televisión, que nuestras decisiones nos definen. 🙂
Gracias Enrique.
junio 26, 2015 en 11:36 pm
Me conmoviste con esta historia. A veces yo misma me siento sin rumbo y sin cariño, igual que ese Hamlet desafortunado de quién hablas… Espero verte pronto, y te deseo lo mejor.
junio 27, 2015 en 9:09 am
A todos nos ha pasado igual, la vida nos ofrece dos caminos muchas veces. Es bueno sopesar posibilidades pero creo que es bueno tomar uno de los dos, sin mucha demora.
Un abrazo, gracias y suerte también para ti.