Noviembre, 2011. Comenzó a nevar pero mi amigo Jorge Ybarra y yo estábamos sentados en la sexta fila del legendario Konserthuset, el teatro de Estocolmo donde se entregan los premios Nobel. Disfrutaríamos del concierto de un renombrado grupo vocal.
Le conté cómo había estado escuchando a aquel cuarteto desde los diecisiete años, cuando descubrí su The boy from New York City. Esperaba con cierto miedo, temía decepcionarme al escucharlos en vivo.
Confieso que tengo todos sus discos, suena ridículo pero es la verdad. Mi nombre es Ernán Dezá, soy ridiculísimo y me fascina Manhattan Transfer. Mea culpa.
Los instrumentos estaban ahí, exhibiéndose donde tantos escritores, químicos y matemáticos habían recogido su premio y soltado su discursito rodeados por la realeza sueca. A su hora exacta, puntualidad nobélica, entraron los músicos.
El primero en aparecer fue Tim Hauser, el fundador y alma de la cofradía, luego Janis Siegel, Cheryl Bentyne y Alan Paul, Yaron Gershovsky como arreglista y pianista. Hace solo tres días murió Tim, a sus setenta y dos años. Hoy lo recuerdo, vital y profesional, siempre atrevido, probando nuevos géneros, fusionando…
«En Estocolmo debutamos fuera de E.U.A., ustedes fueron nuestro primer público en el extranjero, en el club Atlantic, allá por 1975». Contó Janis durante la actuación, siempre la más habladora. La audiencia, habitualmente impasible, lo agradeció con aplausos y fidelidad.
Cantaron muchos de los números que me gustan: Java Jive, Operator, Speak up mambo, Four brothers, The sunny side of the street o Soul food to go, para levantar los ánimos, Popsicle toes, Chanson d’amour o When you wish upon a star por la ternura. Adiós sospechas de decepción. Me parecieron aún mejores que en sus versiones de estudio. Por desgracia, en casi dos horas no podían interpretar todo lo que yo hubiera querido, pertenezco al club de Admiradores Anónimos.
Antes de despedirse, la nieve en las calles de mi Estocolmo se derritió, la magia llenó su aire y lo pobló de estrellas con una nueva versión de A nightingale sang in Berkeley Square.
Gracias a Tim Hauser y a su idea loca de fundar Manhattan Transfer cuando el rock duro reinaba en las listas de éxitos, el Polo Norte perdió un poco su imagen de desolación y regresamos a casa con el corazón caldeado. Hoy recuerdo a los dos, a Ybarra y a Hauser. Ya escucharemos música de la buena juntos, alguna vez en el futuro. Jorge y yo en la platea, Tim y tantos otros que venero, en un gigantesco escenario.