DESPUÉS DE LA MEDIA RUEDA

Bitácora nostálgica, de un cubano que vive hace más de dos décadas en Suecia


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De elecciones y vacaciones

rinkeby torg

 

Hoy tenemos elecciones en Suecia. Mucha algarabía pero esté en el poder el partido que esté, los pobres seguiremos siendo pobres y los extranjeros seguiremos siendo cabezas negras.

Hace unos años se dio un escándalo con la presidenta del Partido Comunista, por su alcoholismo y con la del Socialdemócrata (los socialistas) por pagar viajes, y montañas de toblerones, con el dinero de los contribuyentes. Ayer estaban las dos apostrofando discursos en la placita de mi barrio de Rinkeby, rodeadas de acólitos.

Tenemos un nuevo partido que aspira a aumentar su popularidad: Iniciativa Feminista. Nadie tiene claro cuál es su programa. Su presidenta es la ex-alcohólica del Partido ex-Comunista. Lo dejó cuando le cambiaron el nombre por Partido de Izquierda. No pudo metabolizar la conversión nominal por mucho alcohol que tragó. De pronto reapareció como la fundadora de IF. Prefiero abstenerme que votar por ellas dos. Expuesto el caso de esta manera, cualquiera pensaría que soy un reaccionario de derechas y además sexista. Pero no.

Las semanas previas a las elecciones son una excelente ocasión para recordar que Rinkeby también pertenece a Suecia. ¡Hay rubios en la placita! Se sientan en unos quioscos y reparten propaganda y rosas. Ayer estaba un matrimonio rubio, con sus tres hijos rubios, almorzando en el restaurante somalí, comida somalí. Todos los miraban con cara de asombro. Tenían que haberse sentido mal. Recuerdo que un amigo sueco que me visitaba se sentía «en otro mundo», cuando entraba aquí. Lo decía así para no buscar bronca pero, como la mayoría de los nativos, odiaba venir a un lugar lleno de extranjeros.

Por alguna razón en Cruces, mi pueblo de nacimiento, vivían chinos, sirios, libaneses, españoles, americanos y hasta una francesa exhibicionista. Nunca escuché un mal comentario de mi familia sobre ellos. Eran tan vecinos como los demás, hablaran bien o no el español.

En breve me voy a Cuba por dos semanas, aquella isla multicultural con más defectos que kilómetros pero donde cualquier extranjero se asombraría de ver cabezas negras, rubias, rojas o calvas viviendo en armonía.

La maleta está lista desde ayer, las «medecinas» empaquetadas, dinero en efectivo en mano, pasaportes y taxi reservado. En Ámsterdam, el primer encuentro con nuestra tierra: mi amiga Lourdes me espera para volar juntos y estar diez horas dándole a la sinhueso.

A mi regreso, veremos que partido gobernará Suecia en los próximos cuatro años. Pero desde ahora puedo anticiparles quién gobierna en Cuba.

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De brujas y burbujas.

fuente hagsätra

Tenemos días de sol y calor. Voy a comprar limones, para hacer un daiquirí al de los arrumacos y refrescarnos en el balcón, escuchando a Barbra Streisand. Al salir del mercado noto que alguien ha dejado caer en la fuente de la entrada algún tipo de detergente.
Saco el teléfono del bolsillo. Una de esas señoras mayores, muy rubias, con ojos muy azules y que parecen tener el don de la ubicuidad, lo advierte y me suelta:
—No hace falta que llames a la policía, ya lo hice.
—¿Policía? Sólo voy a tomar una foto. —Sonreí.
—¿Te parece divertido? Claro, eres como esos que maltrataron el agua.
—Un poco de espuma no le hará daño a la fuente. Se ve diferente, es como si la espumita le diera el volumen que no tiene. Y me parece hasta más alegre.
—No me sorprende tu opinión. Gentuza como tú es la que ha destruido este país.
Vuelvo a sonreír, nada difícil en mí.
—¿Me haría el favor de apartarse un poco? —Le digo moviendo el cuello y la cabeza a un lado, como la integrante de un trío de la Motown.— Es para poder hacer la foto.
—¡Ustedes no hacen más que molestar!
Mientras fotografío lo que ha causado mi buen estado de ánimo, se le acercan dos señoras más. Comentan en voz baja, mirándome. Las narices tan altas como si hubieran olido un peo.
—Seguro que le enviarás las fotos a tus familiares del desierto de Sahara.
Vuelve a atacar la tante, como mis buenos amigos suecos llaman a personas como ella, usando la palabra tía en francés para burlarse. Le doy la espalda sin responder, no sin antes mirar otra vez al surtidor. Las burbujas aumentan, sin enterarse del disgusto de las tres damas. Ya están desbordando los límites de la fontana. Me pregunto que pasaría si llegaran a mojar los zapatos grises, negros o pardos de tan airadas expectadoras.
Un rato después, el de los arrumacos y yo nos sentamos en el balcón, gozando del daiquirí. Comentamos el avance de los partidos de la ultraderecha y la ultraizquierda en Europa. Nada sorprendente…