DESPUÉS DE LA MEDIA RUEDA

Bitácora nostálgica, de un cubano que vive hace más de dos décadas en Suecia


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a un viajero cansado

Desde niño me mareaba hasta el vómito, entre las muchedumbres y en los vaivenes de omnibus y trenes. Hace alrededor de treinta años conocí a Jorge Ybarra Navia. Se burlaba de mis molestias, con esa capacidad suya de hallar humor en todo. Pero me hacía sentarme en la ventanilla de cuanto tipo de transporte utilizáramos. En cada curva me empujaba para que no sintiera el traqueteo del viaje. Y funcionaba. Adiós mareos al viajar juntos.

El sábado se marchó el trotamundos a un lugar desconocido, adelantándose. Después de una semana en coma. Siete días en que no dormimos, rechazando lo que sabíamos inevitable.

No sé que decir cuando algún amigo me escribe: «Te acompaño en tus sentimientos.» ¿Cuáles? Siento rabia, tengo tanto miedo como él me dijo sentir al despedirnos, me comen la impotencia, la incredulidad y la tristeza.

Quizás pocos espectadores de sus obras de teatro lo recuerden, pero los que tuvieron la suerte de tenerlo cerca, conservarán su risa o sus consejos, esa  manera de echarse en el bolsillo la simpatía de tantos. 

Nunca seré un escritor de los grandilocuentes, de los que pescan con facilidad buenas imágenes. Me enredo con los adjetivos y los adverbios. Ahora me cuesta aún mucho más esfuerzo dominarlos. Quiero decir muchas cosas y las haré cuando el tiempo me haya calmado, pero me quedo en un : «Lo siento, Jorge Ybarra, soy un egoista. Será difícil seguir viaje sin tí.»