En su segundo viaje, Cristobal Colón, llevó a Cuba harina de trigo, azucar y tres cerditos. Durante la primera Semana Santa en la ínsula, un andalúz, que alternaba su trabajo de pinche de cocina con el de monaguillo, se acercó al cura, que era tambien el cocinero de las huestes conquistadoras.
―Padre, se me ha ocurri’o argo pa’ que lo feligrese’ vengan a misa. En la alacena tenemo’ harina de trigo, azúca’ y manteca de cochinillo.
―¿Quereís freir buñuelos?
―No, padre. Hornear mantecados o polvorones y regalarlos, como en to’a Navidá’ que se respete.
―Pero nos faltan las almendras.
―Tenemos cacahuetes.
Así se introdujo en la provincia de ultramar una nueva receta, que alimentó panzas criollas hasta 1926, cuando en la villa de Morón a la señora Serafina Echemendía, descendiente muy lejana de aquel andaluz, se le ocurrió quitarle el poco de cacahuetes o almendras molidas que llevaba la fórmula y sustuirlo por cáscara de limón rallado.
Del horno de la Fina Echemendía salieron las torticas de Morón. A partir de entonces dicha villa las tuvo como simbolos junto a la escultura del gallo.
Dondequiera que haya más de un criollo rellollo, son habituales los mantecados, polvorones (en sus denominaciones más españolas) o torticas de Morón. Cubanos al fín, no nos ponemos de acuerdo ni en el nombre de un dulce.
Para los que vivimos en esta parte del Polo Norte:
1 taza de azúcar (Si es de caña mejor, si tiene que ser de remolacha: qué remedio, el que no tiene pa’ más, con su mujer se acuesta.)
1 taza de manteca de cerdo, manteca vegetal tipo Crisco o mantequilla sin sal.
4 tazas de harina de trigo
1 cucharadita de cáscara de limón rayado
1 cucharadita de polvo de hornear
1 cucharadita de sal
2 yemas de huevo
Algunos le añaden una cucharada de ron, gotas de esencia de vainilla y un poco de canela molida. Lo que las caracteriza con «un sabor tropical».
He vivido en el trópico hasta los treinta y cuatro años. No podría identificar a qué sabe, pero los reposteros son más inteligentes que yo.
Como en su cocina es usted el único dictador (supongo) déle usted el toque de sabor que quiera. Sin pasarse con el ron.
Para hacerlas: mezcle bien azúcar y manteca con una cuchara de madera, cuando se le canse el brazo, vaya añadiendo el resto de los ingredientes y escuche algo movidito de Pérez Prado, Beny Moré, Miami Sound Machine o Celeste Mendoza, para que le imparta ánimos y pueda convertir el contenido de su recipiente en una masa homogénea. (Oír algo lento aunque bello, como Rachmaninoff , Esther Borja, Liszt, Chopin o a Celine Dion, no garantiza los resultados.)
Forme un cilindro de unos 6 centímetros de diámetro y déjelo reposar al menos una hora en el refrigerador. Córtelo en rebanadas de dos centímetros. Hornéelas en una tártara cubierta con papel encerado durante 20 ó 25 minutos a una temperatura de 325 grados farenheit o 175 celsius.
Deben quedar un poco sueltas, que se desbaraten cuando les demos la primera mordida.
Hay quiénes le hacen una hondonada con el dedo meñique antes de hornearlas y les ponen un poco de mermelada de guayaba, para hacerlas más cubanas. Repito: es a gusto del consumidor. Son unos tentempiés tan democráticos como la paella.
Me gusta acompañarlas con un jarro de café con leche, bien dulzón.
julio 3, 2013 en 9:41 pm
Hummmm, se me hace la boca agua, con guayaaaaabaaaaa
julio 3, 2013 en 11:25 pm
Esto terminara siendo una enciclopedia!
julio 4, 2013 en 12:06 am
Deliciosas sin duda, aquí en México les llamamos Polvorones y llevan cascara de naranja en lugar de la de limón, lo cual les da un sabor peculiar y ciertamente son ideales para acompañar un buen café en una charla amena.
julio 4, 2013 en 2:35 am
Don Ybarra:: no tengo la guayaba, pero este fin de semana podrás comerla en nuestro domingo de cine en casa. Gracias por comentar!
julio 4, 2013 en 4:29 am
Probaré con cáscara de naranja para la próxima y pensaré en México, lindo y bonito. Gracias, David.
julio 5, 2013 en 11:55 am
Aleluya por las torticas de Morón. Es verdad eso del nombre; en donde vivía, en La Habana, las conocí por torticas de morón, pero tan cerca como en Matanzas, aparte del amor, encontré polvorones por torticas. Voy a prepararlas muy pronto. Gracias por compartir!!
julio 5, 2013 en 5:05 pm
Magela: espero que te queden bien, Tu blog es una delicia, Te deseo muchos éxitos. Y gracias por leerme.
julio 5, 2013 en 5:12 pm
Qué las disfrutes! Y sé que te quedarán bien. saludos desde el Polo Norte.
julio 5, 2013 en 5:12 pm
Carlitos: esto es para divertirnos. Gracias, buen amigo.
julio 8, 2013 en 11:20 am
Espero en nuestro proximo encuentro, degustar de esas torticas de Morón, mantecaditos, polvorones o como quieran llamarle, pero cuando te comes una, ya no puedes parar.
julio 17, 2013 en 7:36 pm
Ya las haré. Para todos. Conozco a alguien que se las comería todas. 🙂
abril 7, 2014 en 4:55 am
¡Dios mío! Ya sé cómo impresionar a las muchachas.
abril 7, 2014 en 4:57 am
Lo malo es que la dieta tendrá que esperar una vez más. A este paso nunca me voy a poner como los actores de 300
abril 25, 2014 en 1:37 pm
Para mi es imposible encontrar la manteca queria saber si com mantequilla quedan bien y cuanto deberia usar.gracias
abril 25, 2014 en 2:50 pm
Claro que puedes usar mantequilla sin sal o incluso margarina. No queda igual, pero no pierde calidad. Te recomiendo uses la misma cantidad. Suerte con la receta y un buen fin de semana!
julio 14, 2014 en 6:20 pm
querido amigo ! me encantó la historia y la receta ! muchas gracias
julio 14, 2014 en 7:58 pm
Muchas gracias, Mabel. Qué disfrutes las torticas!
noviembre 30, 2014 en 11:46 pm
Me encanta su sentido del humor. De chica hacia esta receta con mi mejor amiga y le llamabamos polvorones. Le poniamos un cherry en el medio, supongo que es version puertorriquena. Gracias por el «flash back».
diciembre 1, 2014 en 10:49 am
Los mantecados de antes tenían más espesura, se notaba la manteca en el paladar (también se notaba en otras partes del cuerpo, claro), luego las aliviaron, y aquella pasta frondosa remodeló su textura para no infringir el sentimiento del pecado a los paladares más cuidados, así que se pulverizó. Desde entonces conviven las dos palabras hermanadas, sin suplantarse y sin esquivarse, para poder satisfacer así a todos los paladares y a todos los lingüistas.
Saludos
diciembre 2, 2014 en 1:05 am
Muchas de estas recetas, como la del majarete en el Caribe, son compartidas en nuestras tierras, otras por España y Latinoamérica…
Gracias borinqueña y no olvides que «Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas.»
diciembre 2, 2014 en 1:09 am
Un placer pecaminoso, es cierto.
Antes decíamos: «lo que no mata, engorda», ahora: «lo que engorda, mata. » Cambian los tiempos pero torticas y mantecados continúan ahí, para seguir dándonos gusto.
Gracias amigo.
diciembre 8, 2014 en 7:35 pm
Wow al fin una receta que en verdad se ve que es cubana fácil y sabrosa . Graciassssss
diciembre 17, 2014 en 10:35 pm
Pues sí, seguro que escuchando a Pérez Prado y Beny Moré salen mejor. Me ha encantado también la banda sonora.
diciembre 20, 2014 en 7:47 am
Fácil de hacer y de comer. 🙂 Hoy cerraremos nuestra comelata entre amigos con ellas y café bien fuerte y negro. Abrazos y felices fiestas!
diciembre 20, 2014 en 7:49 am
Gracias Profe. Precioso diminutivo este (profe), conlleva respeto, cariño y admiración.
Felices fiestas a ti y a los alumnos!
febrero 9, 2015 en 1:54 pm
Media Rueda;
Si bien el comentario jocoso acerca del andaluz y la receta, en algún lugar de tu post debes aclarar que es sólo eso: un chiste…
Porque Cristóbal no pudo traer azúcar, porque no se conocía en su época; se endulzaba con miel. Incluso hasta el siglo XIX lo que se producía era raspadura. Luego durante muchos años sólo azucar moreno (o azúcar prieta). No es hasta el siglo XX que se empieza a refinar el azúcar (o azúcar blanca) de forma cotidiana. Es por eso que Dña Fina crea la receta en 1926 y no hay referencias anteriores. No he consultado ni a Moreno Fraginals ni a Julio Le Riverend, pero si escribiera un blog seguro lo haría.
Mi abuela las hizo siempre con manteca de cerdo (de puerco) y yo también las hice para mis hijas. Eso fué antes de que empezara el ruido del colesterol, colesterol que fabricamos nosotros… porque ¿de donde diantres sacan la vacas el colesterol? ¿hay algún pasto con grasas de origen animal? Y es que en realidad no hay relación entre nuestro colesterol en sangre y el de la ingesta.
No se puede vivir sin colesterol, por eso lo fabricamos a partir de los carbohidratos. Lo único es que a veces perdemos el control (nuestro organismo) y hacemos mas de lo que los médicos creen correcto. Mira que he preguntado y buscado en la red pero nadie me da una respuesta aceptable (no me digas que es genético sin decirme que genes producen el efecto). Lo malo es que la manteca de cerdo es algo casi imposible de encontrar, a no ser que la obtenga uno mismo… aquella RF en la sartén y todo frie bien… es historia antigua, como si de pronto se hubiera convertido en mortal veneno…
PV
noviembre 30, 2016 en 1:47 pm
Hola puedo usar mantequilla para las tortitas ya que no tengo manteca?
Cuando ponen tasas ?son tasas pequeñas como de café?
Gracias