DESPUÉS DE LA MEDIA RUEDA

Bitácora nostálgica, de un cubano que vive hace más de dos décadas en Suecia

El Titanic, en un pueblo sin mar

23 comentarios

cmhk

El pueblito del Paso de las Cruces, donde me crié, era especial.

Se fundó en 1862, en la Sabana de Ibarra, aprovechando la intersección de caminos y vías ferroviarias. Además de tabaquerías, había cuatro centrales azucareros que empleaban a cientos de trabajadores.

Ya en 1880 poseía dieciséis fondas, diecisiete cantinas, doce billares e incontables casas de mujeres airadas. Un montón de garitos y prostíbulos, para un poco más de tres mil habitantes. Pueblo chiquito… gozadera en grande.

Claro que no todo era corrupción por aquellos lares. Había gente decente y luchadora. Inmigrantes sirios, españoles, haitianos, franceses, mezclados con cubanos descendientes de mambises.

Un buen ejemplo era Don Virgilio Villanueva, un asturiano aplatanado. En 1931 se le ocurrió transmitir programas radiales y creó la emisora Radio Casa Virgilio, la CMHK. La orquesta Aragón empezó allí, con su hora de música los domingos a las nueve de la mañana.

Pedro Arango, miembro ilustre de mi parentela, era el locutor de Cantares de España con música hispana. Pero la locura de los crucenses era Su novela de amor, todo un culebrón radial de la época.

En el número 61 de la calle Heredia tenía su estudio la CMHK. Desde allí transmitían los melodramas más romanticones. El último en escucharse fue El ángel.

En 1953, la quiebra de los patrocinadores del espacio tuvo a don Virgilio sin poder dormir noches y noches. Su esposa lo notó e indagó el por qué:

No tengo con que pagarle a los actores de la novela. Alcanza para un día o dos, cuando más. respondió el asturiano aplatanado.

Pues despide a los menos importantes. Deja solamente a los que llevan la trama.

No hay dinero ni para eso.

Puedes bajarle el sueldo a los que hacen otros programas. Suprimir algunos.

No quiero eliminar los de música campesina o mejicana, la Corte Suprema del Arte o las noticias de Información Radiada. Son tres locutores contra quince actores.

Después de discutir y darle muchas vueltas, a la mujer se le ocurrió algo. Virgilio se resignó a la idea. Al otro día se apareció el dueño en su emisora, con un guión escrito por él mismo.

A la hora de la transmisión se paralizaba el pueblo. Los oyentes pegaron el oído a sus aparatos sin saber que les esperaba. Los actores tampoco.

Nada de ensayo general hoy. Salimos al aire directo. —Don Virgilio exigió.

Cantó el gallo que identificaba a Radio Casa Virgilio. Y se escuchó la voz: Desde Cruces transmite la CMHK… la más popular emisora villareña, su novela de amor, El Ángel.

Los personajes embarcaron en un gran yate. Darían un paseo por la Bahía de Cienfuegos. Los malos continuaron manipulando para frustrar el amor de los protagonistas, los comparsas aportando su alivio cómico.

De pronto, una tormenta tropical infló grandes olas. El barco se tambaleó, para horror de sus ocupantes y de la audiencia. Los amantes se abrazaron, los odiantes, intentaron separarles entre bamboleos marinos. Los cómicos chillaron y se encomendaron a diferentes vírgenes. Dos minutos antes de terminar, el yate zozobró.

Todos, sin excepción, murieron ahogados. El desastre del Titanic, en un pueblo sin mar.

Los oyentes quedaron tan consternados que todavía comentan el brutal final, como ejemplo de improvisación apresurada.

La CMHK continuó entreteniendo e informando hasta 1962. No se volvió a transmitir novelón alguno. Don Virgilio supo achicar el agua en su barco y mantenerse en la estima de su pueblo hasta su muerte. Su ataúd fue velado en la Sociedad Española, donde la mayoría fue a presentarle sus respetos como al loable crucense que fue.

Nadie pudo perdonarle, jamás, el final de El ángel.

 

cmhk orquesta

Autor: ernán dezá

Me las doy de aprendiz de curioso con ambición de croniquista. Ya voy viviendo mi sexta década, parte en Cuba, parte en Suecia. Tengo algunas cosas que contar y otras que mejor no cuento.

23 pensamientos en “El Titanic, en un pueblo sin mar

  1. Puro ingenio, Ernán, y contado de maravilla. Saludos.

  2. Qué nostalgia, las radionovelas que mi abuela y mi madre no se perdían. Tengo de fondo la clara imagen de la olla de presión pitando, el olor de la sazón de sus potajes, yo escogiendo el arroz en mis semanas de receso y mi madre corriendo de la bodega con el pan a sintonizar la novela de las 11. Uyyy qué nostalgia…

  3. Gracias y me alegro te guste. Me divertí mucho escribiéndolo, Santiago.
    Cada vez que una película, relato o novela, termina con un final poco imaginativo, tengo que escuchar la referencia familiar sobre «El ángel». :-).

  4. Así mismo dice mi amiga Lourdes que vive en Alcorcón. Ya haré mi historia personal sobre lo que escuchaba mi familia en la radio, viviendo ya en La’bana. No recuerdo escucharan novelas, pero si la tanda de la COCO, empezando por el programa de Beny Moré, el de Tejedor, el de Vicentico Valdés, los Cinco Latinos, Cantares de España en Radio Internacional y otros. Mi locura era uno de crónicas costumbristas que se llamaba «Después que llegó Colón». No me lo perdía nunca. Supongo que se note…

  5. Uy ese me lo perdí pero es que era una bebita, me encantan las crónicas y los cuentos tooodos

  6. Pero qué historia, Ernán! Y es verdad? Desde luego si lo es se demuestra la capacidad que tiene el recuerdo de endulzarlo todo, como azúcar de caña. Aquello debió de ser triste cuento para los despedidos -los titanizados, ja, ja- pero en tu ensaladera queda bien apetecible, y hasta de chanza, que decimos por acá 🙂 Un abrazo!

  7. Crecí escuchando la anécdota. Lo único que mis padres no recuerdan, los dos en sus ochenta años y con la memoria muy clara, es el título exacto de la novela. «Algo con Angel», me cuentan.
    Ojalá algún crucense se acuerde del nombre.
    Los datos sobre los «alegres» establecimientos fueron publicados alrededor de 1880 por el alcalde del pueblo, don José Merino Salas, quién quería sanearlo. Olvidé decir que la población flotante se podía hasta triplicar en tiempo de molienda (zafra azucarera), además de la existencia de un cuartel albergando un cuerpo de ejército entero.
    Los «titanizados» (gracias por el genial verbo) fueron muchos, pero Virgilio Villanueva mismo les buscó trabajo. Eran otros tiempos.
    Tu comentario me ha obligado a sacar cosas que dejé en el tintero. 🙂
    Gracias otra vez, Félix.

  8. Derrochando ingenio y nostalgia. La novela, todo un acontecimiento que para la vida diaria en tierras digamos que mas cálidas….Cuidate

  9. Gracias, Plared. Felix B. Caignet, tiene la culpa por haber escrito el primer culebrón radial y televisivo: «El derecho de nacer». Ya contaré sobre él en su tiempo. Poco favor que nos hizo… Saludos desde el Polo Norte, que por cierto está menos frío que las Españas.

  10. Pues si aquí se suele decir…. Cuando el grajo vuela bajo, hace un frió del….Carajo

  11. ¡Dios mío! Ya me imagino la cara de los radioescuchas ante tan abrupto final.

  12. Mis padres se burlan ahora de la historia, sesenta años después. Pero imagino desconcierto, indignación, sorpresa y hasta dolor, entonces. Los radioescuchas vivían la vida de las novelas radiales.

  13. Buscando datos de la CMHK, encuentro tu blog, que me ha invitado a seguir leyendo otras historias. Recuerdo que en la emisora había un pequeño teatro y se hacían los Radio-Teatro. También de la completa colección de zarzuelas españolas (y que vaya a saber en qué lugar terminaron después de la intervención).
    Viví unos meses allí mismo. No sabía que la abuela Rosa había sugerido el final de la novela al abuelo Virgilio.
    Gracias por la publicación.

  14. Enidio:
    Mis padres comenzaron a especular enseguida con tu arbol genealógico. (cosas de viejos)
    La señora Ofelia Pina iba a visitarnos, a nuestra casa en el Cerro habanero. A veces contaba leyendas de Cruces, otras, como esta de la novela, que le eran un poco más cercanas. La recuerdo con cariño. Por tus apellidos no debes ser su nieto, hijo de Yolanda…
    Gracias a tí por la visita y saludos desde un veraniego Polo Norte.

  15. Efectivamente, hijo de Yolanda y nieto de Ofelia.
    Recibe un «cálido» saludo desde la Patagonia austral chilena. De polo a polo.

  16. El mundo es muy pequeño. Estaba pensando dedicarle un post a Ofelia, de hecho hace semanas que lo comencé. Es una de esas «amables figuras del pasado» que se me han quedado en la memoria. Y ya ves… Has aparecido tú, su nieto, practicamente por casualidad.
    Me permites escribirte a tu dirección en gmail? Mis viejos preguntan por tu familia.
    Un abrazo, de casi crucense a casi crucense.

  17. Adelante. Espero tus mrnsajes.

  18. Cada vez el mundo se hace más pequeño. Adelante, espero tus mensajes.

  19. no se tu nombre pero por el mio le hago la competencia a enidio, adivina, no te fijes en el correo es prestado pero puedes escribir aqui

  20. de la emisora hay disimiles anecdotas y de Virgilio algo que lo distingue era un «bugués proletario» de los que empezó de abajo y siendo español costeo de su bolsillo una estatua de Jose Marti

  21. Abuela Rosa, la esposa de Virgilio fue la que ideo el final; pero eso nunca se habia dicho, fue muy comico recordarlo, mi padre Enidio una vez me lo conto. De mi abuela Ofelia hay muchas anecdotas y recuerdos graciosos, fallecio tranquila en la casa con 99 años saludos.

  22. Mis saludos a ti y a la familia, Carlos. Mi tío Pablo Ávalos era uno de los «actores» del elenco de la novela. Parece que se llamó «Àngeles de la calle» o «El ángel de la calle.» Mis padres no recuerdan bien.

  23. Vuelvo a escribirte, en el 2014 estuve en Cruces, yo nací en el Vedado, y como mi hermano pasamos poco tiempo en la cuna de mi padre y del amor de mi madre toda la vida, hasta su muerte en abril de este año. saludos a usted y su familia, uno de mis hijos se llama Carlos Virgilio siguiendo tradición familiar. Ambos en Cuba.

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