DESPUÉS DE LA MEDIA RUEDA

Bitácora nostálgica, de un cubano que vive hace más de dos décadas en Suecia


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Hombres sin mujer

                       Hombre (2)                                                                                                                  

                                                                                                                                            …a la memoria de Tía Nena

Llueve. Estoy solo en casa y alguien ha dejado olvidada la llave en la cerradura del librero. En ese estante he visto dos libros desde pequeño. Uno es La gran estafa de Eulogio Ravines. El otro: Hombres sin mujer, de Carlos Montenegro. Están forrados en papel de periódico para no exponer sus títulos. Aprovecho la oportunidad… Un mundo desconocido se me revela con la novela de Montenegro. Mi desorden hormonal adolescente no es locura: existen personas con sentimientos como los míos, son humanos y están cuerdos.

Releer una nueva edición me ha recordado aquel momento. Tenía catorce años… Más de cuarenta después la memoria no me engaña: una historia carcelaria escrita por un asesino pandillero me ayudó a hacerme adulto.

Escritores de renombre como Hemingway o Murakami han usado luego títulos parecidos y han tenido infinidad de lectores. Carlos Montenegro (1900 – 1981) no tuvo la misma suerte.

El escritor publicó en México Hombres sin mujer en 1938, que fue la segunda novela con tema homosexual hecha en Cuba: dibujando, con trazo expresionista, un mosaico de historias enlazadas, testimonio de su estancia en la cárcel.

Algunos la definen como una denuncia al sistema carcelario durante la dictadura de Machado. A mí me parece un descenso al infierno del homosexualismo en cualquier sociedad machista. La violencia de la penetración como muestra de dominio. La erótica del poder…

«En la casa del jabonero, el que no cae resbala». Todos menos el negro Pascasio Speek. Ocho años estuvo odiando la debilidad de los otros, asqueado, indignado por su bajeza. Y de pronto llega «un rubito tan lindo que parte el alma«: Andrés Pinel. El accidental latigazo del cabo de una soga y un ataúd los unen, quizás un augurio. El personaje maravilloso de la Morita, la inseguridad de Brai, las intrigas de la Duquesa, catalizan el drama. Lo demás: tragedia.

«El que no cae, resbala.» Inevitable entre hombres sin mujer. Un deslumbramiento para el adolescente que fui. Sentimientos de ternura, necesidad de proteger y soledad obligada conducen al amor entre perdedores. Pues «allá afuera, aquí, gentes que no conocemos rigen nuestros destinos y después de todo nos exigen responsabilidad por acciones a las que nos inducen«. Si eres condenado a la criminalidad, no queda más remedio que sobrevivir y defenderte dentro de la delincuencia. Reglas no escritas para todos los marginados, aunque el mundo está cambiando. Hay esperanzas.

Gracias a esta novela, me ha sido más fácil soportar el ghetto donde la heteronorma me ha encerrado. No estará escrita con virtuosismo pero me enseñó que mis sentimientos también eran limpios y puros.

Quien dejó la llave en la cerradura aquella mañana lluviosa lo sabía. Cuando mi madre me contó quien fue, hace menos de un año, ya era tarde para agradecerlo. La llave llegó a tiempo a mi vida, mi gratitud tarde a la de mi tía Nena.