DESPUÉS DE LA MEDIA RUEDA

Bitácora nostálgica, de un cubano que vive hace más de dos décadas en Suecia

Al Capone en La Habana

38 comentarios

 

Capone 1

                                    Al Capone en los Jardines de la Tropical, La Habana

Mi Zuppa Inglese era el mejor de L’abana. Hasta a Al Capone le gustó…

Yo no le estaba haciendo caso a Rubildo Espino, ni me interesaba saber que era un zupa-lo-que-fuera. El anciano hablaba de su trabajo como repostero en el Hotel Sevilla. «El más caro de Cuba en aquel entonces». Sin embargo, cuando escuché el nombre de Al Capone solté los patines que estaba engrasando. Me volví todo oídos y corrí a la entrada del comedor al patio.

¿Dice usted que Caracortada estuvo aquí? Pregunté interesado, el viejo ni me miró.

Mi madre si lo hizo. Movió la cabeza de un lado al otro. Eso bastó. Di un paso atrás, para ni ser visto por los comensales. Luego mami me guiñó un ojo de manera cómplice. Conocía mi pasión por la figura del mafioso.

Al abuelo Espino y a Erlinda, su mujer, nunca les gusté. Por suerte era un sentimiento recíproco. Estábamos emparentados de alguna manera y no se perdían una comelata en mi casa. De niño me metía bajo la cama de mis padres tan pronto los veía y no salía hasta que se fueran, pero ya era un adolescente. Ese día había pedido permiso para irme a patinar después del almuerzo. Rubildo salió al patio a buscar un cenicero mientras contaba. Fue cuando lo oí pronunciar las palabras mágicas: Al Capone.

¿Eso fue antes que lo metieran preso o después? —preguntó mami. Yo no veía a los visitantes, sólo a mi vieja. Se abanicaba en un rincón del comedor. El resto estaba sentado alrededor de la mesa. Me acerqué al umbral, para escucharlos.

Mucho antes… El mafioso vino una sola vez, en 1928. Se hospedó en el Sevilla. Alquiló el sexto piso completo. Yo trabajaba en la cocina del noveno, en el Roof Garden. Cuando le sirvieron mi postre me mandó a buscar. Pensé que no le había gustado. Le había caído un poco de crema pastelera en la polaina blanca y un empleado se la estaba limpiando. Ya me veía metido en hormigón, enterrado vivo mientras se endurecía.

¿Tenía tan malas pulgas como cuentan?

Cuando me paré delante de él, yo estaba muerto de miedo. Me sonrió, me dijo algo en inglés celebrando el dulce y me metió un billete de cien dólares en el delantal. El primer día había mandado a buscar a todos los empleados que lo atenderían en el piso que alquiló y a los de la carpeta. Los saludó y les regaló cien a cada uno. Entre pandilleros era un matón pero era otra cosa con la gente normal.

¿A qué vino? Todavía ni Meyer Lansky ni Lucky Luciano vivían en L’abana. mi padre estaba tan interesado como yo, hacía las mismas preguntas que yo hubiera querido hacer.

Los yanquis estaban en plena ley seca. Los barquitos que llevaban alcohol desde aquí eran atacados por bandas rivales. Parece que Capone vino a comprar a algunos políticos para que los guardacostas los protegieran. Un día lo visitó Israel Cedro, el presidente de la Casa de Representantes cubana por entonces. Eso me lo contó Erlinda que trabajaba en la carpeta del hotel.

Yo lo vi todito. interrumpió la mujer Horas antes, Al Capone había preguntado dónde se podían comprar los relojes más caros en L’abana. Le escribí la dirección de Le Palais Royal de la calle Obispo y el maloso mandó a alguien allí, después de agradecerme con un segundo billete. Cuando llegó el político se sentaron en el Patio Andaluz. Pude ver la cara de sorpresa que puso al abrir la cajita. Un Patek Phillipe de oro. Cuentan que Capone compró tres, cada uno en dos mil dólares, uno para él, otro para su guardaespaldas y el tercero para Cedro.

Rubildo retomó protagonismo.

La última noche el hombre volvió a pedir Zuppa Inglese. Quería que se lo hiciera yo. No dejó nada en el plato. Luego se fue corriendo a jugar con Cedro, que era vicioso a la ruleta. Me esmeré por gusto, pensé. Había hecho el mejor postre de mi vida en espera de una buena propina y el mafioso había partido apurado… Iba para la casa, cuando llegó jadeando uno de los guardaespaldas. Me puso la mano en el hombro y dijo algo, con una sonrisa de oreja a oreja. Entendí dos palabras: boss y happy. Me dió trescientos dólares.

A lo mejor le regaló el reloj al político por buena gente. —reconocí el dejo irónico de mi padre.

No seas bobo. El Cedro ese era más delincuente que ningún mafioso, estuvo en todos los gobiernos, desde el de Machado hasta el de Batista. Los políticos saben nadar y esconder la ropa. Después son los gangsters los que van a la cárcel o los matan con una metralleta, los gobernantes mueren en su cama…

¿Y qué hicieron con el dinero?

Entre los dos fueron seiscientos dólares… con eso y nuestros ahorritos dimos la entrada para comprar la pastelería. Un presente del mismísimo Caracortada. —aclaró Erlinda, por una vez sin aquel tintineo de superioridad que todavía me molesta recordar.— Cuarenta años levantándonos a las tres de la mañana para amasar y hornear. Cuarenta años ganando clientela y viendo las caras de placer de los niños al comer nuestros dulces. Y un mal día se le antojó a un hij’e’puta que la propiedad privada no podía existir…

Se hizo un largo silencio. A abuela no le gustaba que se hablara de política en casa pero a Rubildo y Erlinda era difícil cambiarles el tema: la fijación eterna en contra del dictador de turno.

Mami me volvió a mirar, parecía molesta. Creí que la había tomado conmigo.

Hay cosas que mejor no escuchan los niños… —se levantó y tiró el abanico sobre el asiento— ¿Tú no ibas a patinar? Vete ya.

Obedecí a mi vieja, aunque por primera vez quería quedarme a escuchar al anciano contar sus cosas. Mientras patinaba sospeché que el abuelo Espino tenía sus razones para ser tan amargado. No me daba cuenta que aquel pensamiento era una idea de adulto. Yo estaba creciendo.

Al Capone murió de sífilis después de años en la cárcel. Cedro llegó a ser vicepresidente. A Rubildo le quitaron su pequeña pastelería en la Ofensiva Revolucionaria de 1968, por suerte murió antes de verla derrumbarse. Demoré años en probar el Zuppa inglese. Si el hecho por el abuelo Espino sabía mejor que el que comí en Roma, le habría comprado un Patek Phillipe de regalo. Y le hubiera dado el abrazo cariñoso que nunca le di…

capone 3

 

Autor: ernán dezá

Me las doy de aprendiz de curioso con ambición de croniquista. Ya voy viviendo mi sexta década, parte en Cuba, parte en Suecia. Tengo algunas cosas que contar y otras que mejor no cuento.

38 pensamientos en “Al Capone en La Habana

  1. Qué bueno, Ernán! Pero quién hacía a este hombre en La Habana? Curiosa también la historia del pastelero -en sí toda la entrada es como un pastelito, pero sin empalago, como siempre. Un abrazo!

  2. La mafia italo-norteamericana tiene montones de anécdotas en Cuba. Personajes famosos e infames, ya contaré sobre algunos. Pensé que era un tema más conocido, me equivocaba, como muchas otras veces. 🙂
    Si has visto la segunda parte del «El padrino», en ella se narra algo que contaré, presenciado por un pariente. A mi me resulta una parte de la historia de Cuba interesantísima e importante. Sin ella es imposible entender aristas del régimen actual.
    Mi abuelo paterno solía decir que no había nada más sucio que la política. Crecí creyéndolo, por las cosas que veía a mi alrededor.
    Gracias Don Felicius, el placer de siempre tenerte por aquí.

  3. Qué historias más interesantes nos cuentas. Siempre haces que nos quedemos con ganas de más publicaciones tuyas.

  4. Y las habrá, don Eduardo. Hasta que me pensione y me vaya a cultivar cocoteros… 🙂 A Australia para escuchar Little River Band todo el tiempo. 🙂
    Gracias por disfrutarlas.

  5. Eso es historia, todo bien enfocado, desarrollado y, además, de lectura sencilla, directa y entretenida. Mis felicitaciones. Saludos

  6. Gracias Manuel. Un abrazo por levantarme el día, la noche y unas cuantas próximas mañanas.

  7. Qué gusto visitar L’abana contigo: olor, color y sabor. Y el ‘maloso’ caponeando a lo bueno. Gracias. 🙂

  8. Gracias Madame, L’abana es nuestra. Déjemos nuestras huellas en sus adoquines pulidos por amantes escapados de maridos celosos, enredándonos con tendederas de sábanas que se secan al sol en media hora y oigamos las historias de aparecidos de sus viejos en las noches de apagón. A ambas, a Sofía y a Emma, las pasearé en quitrín por una Habana envidiosa de mi fortuna.
    Un placer leernos, aqui y allá.

  9. Eso es lo que haces tú siempre con tus artículos, música y saberes. Un placer saber que andas ahí

  10. Como siempre es un placer leerte. Gracias.

  11. Grazie a te. Un placer tenerte por aquí, Michele.

  12. Me voy corriendo a la librería a comprar un diccionario de elogios, porque los que conozco ya están muy manidos…

  13. Amigo Ángel:
    Es suficiente con esa frase y un abrazo digitalizado. 🙂 Muchas gracias.
    Aquí se ha roto la caldera de la calefacción del edificio y estamos con el Polo Norte metido en la casa. 🙂 Ando envuelto en un edredón todo el tiempo, parezco una momia desproporcionada. Imáginate que me alegra levantarme para irme a trabajar… 🙂

  14. Yo quiero probar ese Zuppa. Mira que me perdí cosas. Cuando yo nací desgraciadamente ya no quedaban de las pastelerías como las de Rubildo. Las historias tras las historias… eso es lo que me fascina de tus crónicas. Un quiero y que te arreglen pronto la calefacción, ay madre mía, que te nos congelas.

  15. Tranquila. 🙂 Acabo de llegar del trabajo y ya la calefacción está arreglada.
    Leyendo este comentario tuyo me percaté de cuanto me afectaron las «intervenciones» de 1968. A pesar de tener sólo nueve años y de que mi familia no tenía nada que quitarle, recuerdo muchos cambios con una mezcla de nostalgia y curiosidad. Ya los contaré por aquí.
    Me estás sirviendo de cómplice, Magelita linda. 😉 Un abrazote!

  16. Lo bueno, lo malo y la zuppa. No le falta nada a este post que mezcla salado con dulce y que deja ese regusto amargo, como de piel de limón, que siempre tiene nuestra historia. Lo he disfrutado mucho, Ernán.

  17. Luddita mía:
    Sin tí no habría este post, sin tu sentido del humor a la hora de enmendarme y enseñarme, sin tu sabiduría y tu paciencia.
    Más abrazos, te los debo. 🙂

  18. Capone tenía cara de goloso… De dulces y de lo que se le pusiera a tiro de los dólares. Me fijo ahora, observando la fotografía; poco aspecto tiene, en cambio, de dirigir una tropa de sicarios… Lo veo más como catador asiduo de las exquisiteces del negocio del señor Rubildo en los tiempos gloriosos de su desaparecida pastelería.

    Salud(os).

  19. Coincido contigo. Capone tenía cara de niño pícaro. Otra prueba más de que las apariencias… sólo son apariencias. 🙂

  20. Sí, es cierto, cómo olvidé «El Padrino II»! Creo además que Cuba «oxigena», por así decirlo, la película -que sería de nosotros sin ese intermedio cubano, en medio de tanta desolación mafiosa… 🙂 De hecho siempre tengo ligado el recuerdo de esa Cuba a las secuencias de la película, con el bello tratamiento del color -bueno, hasta ahora, porque ya acumulo varias imágenes más de esa Cuba antigua, servidas por la genial factoría de la Media Rueda! Un abrazo.

  21. Qué bien esta redactado y si, claro que fue asi… La ley seca fue muy dura, el hombre quería protección y que nuestro ron cruzara las fronteras. Por Canada muchas veces la cosa se ponía dura con su Policia Montada…
    De seguro que a pesar de ser un gran Capo…tendría su corazoncito y bueno salvattoreaba a los camarieris y empleados del otrora Hotel Sevilla…
    -@

  22. Amigo Chang Li Po:
    Andaba usted perdido, seguro estoy que resolviendo crímenes. Saludos a su autor, el gran Caignet , a quién le debo una crónica.
    El gran Capo tenía corazoncito, bolsillo, metralleta, cojones… pero no condones, Fleming descubrió la penicilina ese mismo año pero era tarde para Caracortada. El Treponema Pallidum le estaba llegando al cerebro.
    Tener «un pito dulce» ha sido castigado duramente en diferentes períodos de la historia. Y ya ves, no lo mató una bala, una soga en el cuello o una bomba en el sedan, sino su predisposición a meterse en cuanto antro pudiera pagar, sin ponerse «el gorrito» que lo protegiera.
    Gracias por la visita, echo de menos nuestras conversaciones telefónicas. Un abrazo.

  23. Pues si, en aquella época la habana, que en realidad era lo único que existía de cuba. Era el patio de recreo de los americanos digamos que de riqueza ilicita. Mafiosos dueños de hoteles, de casinos y toda la morraña nocturna, que en realidad tanto gusta a los que van tras su rebufo atraídos por los neones.

    Una ciudad que no se cerraba nunca, quizás prostibulo para los americanos, aunque en realidad en los últimos tiempos lo ha sido para los europeos y canadienses. Las cosas giran, rara vez cambian. Cuidate

  24. Europeos, canadienses, latinoamericanos, cubanos emigrados… muchos hacen turismo sexual en Cuba. Es barato y fácil de encontrar.
    Creo que en otras épocas la prostitución estuvo concentrada en dos o tres barrios, los norteamericanos sólo frecuentaban los más cercanos al puerto y los de las playas de Marianao. Ya hablaré de eso, sacando la ropa sucia de algunos actores y actrices de Hollywood. No sólo la mafia y los marineros del norte nos frecuentaban.

  25. Desgraciadamente si, no hay mejor afrodisíaco que la miseria. Cuidate

  26. Reblogueó esto en Esjatológico.

  27. Gran relato como siempre, un abrazo muy grande desde Barcelona (estoy de visita por Europa) 😀

  28. Muchas gracias, Bruno. Tu blog es una muy interesante, tema y caidad.

  29. Gracias, chino. Bienvenido a Europa! Ojalá la pases bien y el viaje te inspire a escribir, que muy bien lo haces!

  30. Pingback: 0570 | Tú Lisa, yo Conda

  31. Gracias por venir. Muy buen texto el de Capone. Muchas gracias.

  32. Gracias por el me gusta.
    Excelente relato el tuyo, que muestra la complejidad de los delincuentes, y la cara dura de los políticos.
    Saludos.

  33. Me ha gustado muchísimo tu relato.
    Las dos caras de un mafioso que, como tal, siempre deja un recuerdo más bien amargo. Aquí has dejado ver esa otra cara dulce y agradable.
    Historias dentro de la propia historia. Sí, sí, me ha encantado!!!
    Un abrazo…

  34. Gracias, Nely. Es curioso como a través de la historia humana hemos edulcorado a algunos delincuentes, y se han quedado en leyenda.
    A los políticos, con todo el poder de ganadores que tengan para manipular libros, autores y universidades, la historia los pone al final en su lugar.

  35. Gracias a tí, María.
    Es la complejidad del ser humano y ese cariz diferente que le ponemos cada uno a la misma historia. Supongo…
    Un fuerte abrazo.

  36. Gracias por dar un me gusta a mi humilde blog de principiante, porque así he podido descubrir el tuyo, tan sentido… tan inspirador. Un abrazo desde España.

  37. Mar:
    Todos somos principiantes. Llevo sólo once meses escribiendo en castellano, después de casi diez y nueve años sin hacerlo. Aprendo cosas nuevas o recuerdo algo en cada post.
    El tuyo sobre los colores de los perros, mezclado genialmente con «Los caballeros las prefieren rubias» me pareció muy original.
    Abrazos desde un Polo Norte muy veraniego.

Replica a gorriondeasfalto

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.